Llegó la Semana Santa y con ella,
los desplazamientos de todo hijo de michino a ver a la familia, a tomarse unos
días de vacaciones en la playa o en la montaña, a presenciar las procesiones de
alguna ciudad española o, simplemente, a no hacer nada y quedarse ronroneando a
pata suelta subido encima de nuestro cojín favorito.
Como ya sabéis, soy un gato
bastante inquieto y apenas permanezco unos días en un mismo lugar. Después de
mi último viaje a Valencia, quise cambiar de aires y decidí poner rumbo al
norte, sin fijar un destino concreto. Así, con el inolvidable recuerdo de las
Fallas valencianas en mi memoria gatuna, salí a la calle, estiré mis patas y
comencé a caminar con paso decidido y el rabete erguido.
Apenas llevaba unos kilómetros
recorridos cuando me detuve a beber un poco de agua en la fuente que adornaba
la entrada de una estación de servicio. El trajín de vehículos era constante y
ruidoso. Coches, motocicletas y autocares vomitando nubes densas de humo oscuro
se adentraban en el recinto destinado a estacionar. Los pasajeros se bajaban de
sus vehículos y ascendían unas escaleras que daban al restaurante. Tras entrar
todos ellos, salió ¡una Fallera! ¡Y luego un Fallero! Y después varios humanos
vestidos con ropa actual que acompañaban a los dos primeros.
Lo nuestro fue amor a primera
vista. La Fallera me miró, y yo a ella. Y desde entonces, ya no nos separamos
durante toda la Semana Santa. Viajé sobre su regazo durante varias horas
montado en el autobús que les llevaba a Alfaro, según les oí decir. ¿Esa ciudad
no estaba en La Rioja?
Los viajeros que, como nosotros,
se dirijan desde el Mediterráneo hacia el Cantábrico, deben atravesar La Rioja
en toda su extensión remontando el curso del río Ebro. La primera ciudad que
les recibirá al adentrarse en la tierra con nombre de vino, será Alfaro. Se
trata de una población con un pasado trimilenario.
Nos apeamos del autobús junto a
La Florida, un precioso parque que sirve de pulmón y eje a la ciudad, además de
arremolinar en su entorno dos centros educativos, pabellones polideportivos, un
centro médico, residencias de mayores,… Allí nos esperaba una comitiva de
alfareños. Por lo visto, varios de ellos habían visitado la Falla del Parotet
durante las Fallas porque la comisión fallera realizó una maqueta de la fachada
del mayor reclamo turístico de la localidad: la Colegiata de San Miguel. Fruto
de aquel primer encuentro, surgió este en el que me hallaba inmerso sin
proponérmelo. Sin desprenderme de los protectores brazos de mi Fallera, nos
llevaron al hotel en el que pudimos recoger nuestro equipaje y disponernos a
asistir al primer acto que iba a tener lugar en la ciudad: la Procesión del
Santo Entierro.
Con una puntualidad exquisita
comenzó a las nueve de la noche una sucesión de diferentes pasos religiosos que
mostraban la Pasión de Jesús: La entrada en Jerusalén, la Última Cena, el
castigo, el acarreamiento de la Cruz, La Crucifixión… Todos ellos eran sobrios,
cuidadosamente vestidos, escrupulosamente portados, envueltos en una pátina
sonora intensa y sobrecogedora, sostenida por un excepcional grupo de bombos y tambores
perfectamente sincronizados. El recibimiento mostrado por los que llenaban las
calles por donde discurrió la procesión nada tiene que envidiar a las
procesiones de las grandes capitales, lo
que hace que, se sea creyente o no, quien la presenció sintió, como yo, un
profundo respeto hacia la manifestación de una Fe como aquella.
El día siguiente amaneció
luminoso, y lo aprovechamos para visitar la Reserva Natural de Los Sotos del
Ebro, a escasos dos kilómetros del centro urbano. Para un gato como yo, que
tengo cierta querencia hacia lo silvestre, deambular una mañana entera por un
bosque virgen de chopos, álamos, sauces… ¡No tengo palabras para describir lo
que sentí!
Pude encaramarme a una rama
quebrada por el viento de un viejo álamo. Alcancé el tronco y, de ahí, seguí
ascendiendo poco a poco en busca del ramaje más extremo. Algo dentro de mí
tiraba para arriba. Mis instintos felinos se desperezaban, dormidos como estaban
después de tantos años. Desde allí arriba pude escuchar el trino de infinidad
de aves, observé el majestuoso vuelo del águila real y de la cigüeña blanca…
¡Incluso pude saludar a una nutria que hizo lo propio con cortesía antes de
adentrarse en su madriguera!
Por la tarde visitamos el casco
histórico de la ciudad.: la inabarcable Colegiata de San Miguel, una obra de
arte de verdadera categoría que alberga en su interior pequeñas joyas dignas de
descubrir; las iglesias de la Concepción, del Burgo y de San Francisco; el
Ninfeo Romano y la Cruz de la Plana, desde donde se divisa la mejor panorámica
de la ciudad; el Palacio Abacial, el Casino La Unión y el Antiguo Ayuntamiento…
Llegada la hora de la cena,
aprovechamos que en la ciudad se celebraban unas jornadas gastronómicas de exaltación
de la verdura de la tierra. En todos los bares de la ciudad pudimos degustar
pequeños pinchos muy elaborados a base de alcachofas, espárragos, pimientos,
cebollas, champiñones, ajetes tiernos… La creatividad y el afán de todos ellos
por alzarse con el prestigioso premio Alcachofa de Plata consiguen un nivel altísimo
del que se aprovechan tanto los alfareños como los turistas que deciden pasar
la Semana Santa en la ciudad.
El cielo del domingo amaneció
taciturno y gris, pero a los alfareños poco les importó. Era el día grande, día
de una de sus tradiciones más singulares: Los Judas, considerados de Interés
Turístico Regional. Se trata de unos muñecos que serán quemados al medio día, que
buscan satirizar a personajes de actualidad tanto a nivel regional como
nacional e internacional, y que están confeccionados principalmente con papel,
madera, alambre y cartón. Visitamos las diferentes calles de Alfaro en las que
se expusieron, aunque resultó agradablemente difícil recorrerlas con
tranquilidad.
Y es que mi Fallera, que
nuevamente llevaba su vestido oficial de representación de su Falla y de su
tierra, atrajo todas las miradas y el deseo de los alfareños por hacerse una
foto con ella. ¿Quién puede negarse a observar de cerca la riqueza del,
probablemente, traje regional más bello de España? Alfaro entero quedó rendido a
la belleza del vestido y de la portadora, además de la simpatía y cercanía de
todo el grupo de valencianos con los que yo viajaba. Tal es así que invitaron a
mi Fallera a darle fuego a varios Judas, un verdadero honor que seguramente le
hizo revivir los recientes momentos pasados en las Fallas. Al fin y al cabo,
Judas y Fallas tienen mucho en común: el fuego purificador, su origen popular,
la búsqueda de la sátira y la crítica de lo social, la simbología de quemar lo viejo
para dejar paso a lo nuevo…
Unos amigos nos invitaron a comer
en su casa de campo. Allí, en torno a una gran mesa, prepararon un banquete
protagonizado por tortillas, exclusivamente tortillas mezcladas con muchísimos
elementos cada una: las había de patata, de chorizo, de atún, de pimientos y
cebolla, de espárragos, de espinacas… Según la tradición, el día de la
Resurrección se festejaba comiendo en el campo de aquella manera, así que los
falleros y yo no íbamos a romper con aquella exquisita manera de celebrar
nuestro último día en Alfaro.
Apenas unas horas después,
tras un intenso fin de semana, reemprendimos rumbo a tierras de levante con la
bodega del autobús cargada de pasteles rusos, vinos y otras viandas de Alfaro, y
nuestras memorias repletas de mil recuerdos vividos en una ciudad tan afable y acogedora
que no será la última vez que la visite. Palabra de Gato Trotero.
Más información
OFICINA MUNICIPAL DE TURISMO
Plaza de España, 1
26540 ALFARO (LA RIOJA)
Teléfono: 941 18 01 33
EMail: turismoalfaro@alfaro.es
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26540 ALFARO (LA RIOJA)
Teléfono: 941 18 01 33
EMail: turismoalfaro@alfaro.es
Fotografías y Redacción:
Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Gracias Mila,
ResponderEliminarPara los que hacemos el Gato Trotero es un placer dar a conocer rincones tan bellos como Alfaro.
Un saludo
Precioso reportaje. Quede enamorada de la fiesta y sobre todo de su gente. Gracias Alfareños. Siempre os llevare en mi corazon. Un abrazo grande de vuestra ya fallera.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y tu visita a tierras riojanas. Esperamos que pronto podamos volver a compartir una experiencia similar.
EliminarUn abrazo, siempre serás nuestra Fallera Mayor.