Hay quien dice que a todos aquellos que leen mucho, ya nada o muy poco les puede sorprender y enamorar como lo hacían los primeros libros, ya fuera por la impaciencia de la adolescencia o los textos prohibidos que nos hacían sentir adultos, en un ansia de conocerlo y vivirlo todo para avanzar los días tan rápido como nos fuera posible, como si el mañana se fuera a marchar corriendo ,y no pudiéramos alcanzarlo.
Libros
que nos abrían caminos desconocidos, libros que nos adentraban en
universos paralelos, libros que nos hacían soñar con mundos lejanos,
libros que despertaran sentires dormidos y durmiesen pesares despiertos.
Libros, libros, libros que cimentaran pilares en el aire. Libros.
Libros y tiempo que corriera solo hacia adelante, huyendo de una
juventud que nos parecía insultante e insulsa, ignorante e incluso
ignominiosa. ¡Qué inocentes! tan solo eso, unos auténticos inocentes.
Cuando
el tiempo ha pasado tan rápido que estas ideas se convierten en
recuerdos, es cuando nos damos cuenta de que aquella ignota madurez que
buscábamos, se nos está escapando de las manos…así de rápido corre
Cronos. Y es cuando la lectura se transforma en placer absoluto, cuando
ya no buscas aprender o evadirte sin más, sino cuando busques lo que
busques, la lectura ya no es más que pura satisfacción. Absoluta,
tremenda y omnisciente, como si fuéramos el narrador único de toda
historia. Un Uróboro sin fin en el que un libro nunca es el final de una
historia, sino una parte de otra que vendrá, y así, en ese momento,
llegó el tiempo de En Otoño también amanece.
Cuando llegó a mis
manos, lo primero que me llamó la atención de él fue su portada; unas
manos maduras, una sobre otra, sobre fondo negro, sin abalorios, sin
colorines ni luces de feria que distraigan la atención del lector, aún
todavía un simple observador con la novela entre sus manos sin abrir.
Algo se removió en mí desde ese momento, fue un suspiro que me trajo a
la mente las manos de mis abuelos, aquellas que me encantaba mirar y
seguir con mis dedos sus arrugas ¡Son los caminos de la vida que se han
grabado en la piel! –me decía mi abuelo, y yo me sentía en calma
mirándolas y tocándolas.
Siempre imaginé a mi madre un día con
esas mismas manos, mirando por el ventanal del salón mientras tejía una
mantita para poner sobre las rodillas. No pudo ser, para ella no hubo
otoño, solo primaveras. Tal vez, por eso más si cabe, me pellizcó el
corazón esa portada que traía a mi mente y mi espíritu lo que fue, lo
que pudo ser y lo que un día será.
Y llegó el momento de
sumergirme en la nueva novela de Bárbara. Un gato blanquinegro parece observarme con curiosidad desde la ventana, yo diría que está más interesado en el libro que tengo en mis manos que en mi misma; me acerco al alféizer, el gato no se asusta, lejos de marcharse se acomoda cerca de mí y de mi libro, astuto, con mirada escrutadora parece disfrutar de lo que ambos estamos leyendo. Una locura, o un momento de absoluta complicidad como pocos se dan en esta vida; y me sumerjo en la nueva novela de Bárbara Fernández, cuando todavía tenía muy
presente a Amparo, Bárbara, Diana, Esperanza, Marta, Nuria, Paola,
Xenia…mujeres que todos llevamos con nosotros porque decimos sus nombres
y miramos sus ojos. Me embarcaba en una nueva aventura sin haber
olvidado a Olga, la manipuladora, la egoísta, la oscura de alma. No hay
puerta cerrada para disfrutar de las maravillosas historias de Bárbara
Fernández, porque ella nos dio hace ya algún tiempo La Llave de los Mil
Sueños que abre puertas y solo cierra ventanas para evitar, que el
viento se lleve volando los papeles, dónde están garabateados esos
primeros sueños que más tarde llegarán a nosotros dentro de una novela.
El Gato Blanquinegro se acurruca a mi lado mientras juntos, compartimos lectura. Si, es un momento mágico...
El Gato Blanquinegro se acurruca a mi lado mientras juntos, compartimos lectura. Si, es un momento mágico...
“Agustina
es una mujer madura, que no vieja, que no está dispuesta a dejarse
cubrirse de fino polvo solo por haberse jubilado y dejar atrás una vida y
un mundo al cual siente que ya no pertenece. Y no es porque ella no
quiera, es porque todos los que la rodean no dejan de repetírselo y
recordarle que su tiempo ya ha pasado, que ha llegado el momento de
parar y mirar a través de una ventana soleada como gira el mundo.
Pero
Agustina no está dispuesta a ello, con empuje y fino sentido del humor
en ciertos momentos, sabiéndose mayor se niega a sentirse tan mayor que
el universo se le ha quedado joven para comprenderlo, disfrutarlo,
pellizcarlo, morderlo, saltarlo, rodearlo, atravesarlo ¡De eso nada,
Agustina se siente Capitán de su propio ejército de emociones y ganas de
vivir y luchar contra todo aquel o aquello que Sitie su decisión de
seguir viva, en su propia Guerra de la Independencia. Sin cañón,
Agustina lucha sus batallas con empuje y alegría de ser quien es y haber
llegado hasta dónde lo ha hecho, sin olvidar que todavía le queda mucho
por recorrer.
Todo lo que hace tiempo dejó de sorprender a los
más jóvenes, se convierta ahora para Agustina en un regalo envuelto en
papel de colores, celofán y cintas brillantes, más que una sorpresa, un
auténtico tesoro ¿Quién es nadie para decirnos qué hacer con nuestra
vida, cómo vivirla, disfrutarla, incluso qué hacer mientras esta se
aleja? ¿Quién debe planear nuestro cumpleaños, decidir que nos regalarán
y si unas flores nos emocionarán? ¿Y si una mujer decide quitarse la
faja para ponerse un picardías, también debe pedir permiso? Agustina
no. Ya no. Tras toda una vida, es ahora cuando empieza a vivir."
En
Otoño también amanece, es un canto sin estridencias a las ganas de
vivir y no dejarse vencer ni por uno mismo. Escrito con sencillez y
claridad, las palabras fluyen entre sus páginas como fluyen las ganas de
seguir leyendo entre el afortunado lector que tiene unas manos surcadas
de vida, entre sus propias manos.
Como la luz de un faro que
nos enseña el camino, el prólogo de Fernando Clemot abre un recorrido
que solo acabará cuando las Agustinas que todos llevamos dentro, tiren
la toalla, mientras tanto, la vida no para si no nos paramos.
Una
vez más, Bárbara Fernández Esteban conecta con el lector sin fanfarrias
ni palabras fuera de tono y control, sin historias forzadas a recorrer
caminos que se pierden en abismos, Bárbara nos deleita y recuerda que la
vida, es para quien está dispuesto a vivirla. Sin más, sin menos.
Un suspiro y un maullido, son las dos impresiones que la novela ha causado en sus dos extraños lectores. Buena señal. Buena lectura.
Un suspiro y un maullido, son las dos impresiones que la novela ha causado en sus dos extraños lectores. Buena señal. Buena lectura.
EN OTOÑO TAMBIÉN AMANECE
Bárbara Fernández Esteban
Prólogo: Fernando Clemot
Paralelo Sur Ediciones
Narrativa Actual
Una reseña de Yolanda T. Villar
Narrativa Actual
Una reseña de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Magnífico libro de Bárbara Fernández Esteban excelentemente presentado y resumido por Yolanda T. Villar ^_^ ¡Enhorabuena a las dos! Comparto en Google+
ResponderEliminarEs una gran novela, amena, directa al corazón...una gozada para los sentidos Vicenta.
EliminarGracias por compartir.
Un abrazo.
Gracias. Muchisimas gracias. En primicia os comunico que a partir de hoy está ya en la calle la segunda edccción de ese Otoño.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias a tí por hacernos vivir momentos tan apasionantes a través de tus libros. Muchas gracias. Y una gran noticia sin duda esa segunda edición ¡En nada estamos en la tercera!
EliminarUn fuerte abrazo