“Eran los días de la gloriosa reconquista de Toledo por el rey Alfonso VI. Por todas las retorcidas calles de la ciudad se veían patrullas de peones y jinetes que, a manera de policía, vigilaban todas las encrucijadas, azoteas y ajimeces, para evitar cualquier golpe de mano o conspiración de los vencidos musulmanes, así como colisiones y venganzas de judíos y mozárabes, que quisieran aprovechar la ocasión de sentirse vencedores para desquitarse de las humillaciones y oprobios que por largos años venían sufriendo de sus opresores; lo cual hubiera comprometido la fe jurada por el cristiano monarca, de respetarles su religión, leyes, costumbres, vidas y haciendas…”
Todavía no sabe porqué, pero los pasos de Lope le llevaron directamente hasta la Catedral Primada de Toledo. Nunca había sido un hombre altamente religioso, aunque si creía en Dios. A pesar de las muchas dificultades de la vida, siempre había logrado salir de ellas, con mayor o menor fortuna, y siempre, tras una pequeña oración a su Dios. Bueno, al Dios de todos, pues Lope, además de encontrarse con dificultades en la vida, también se encontró con personas de otras religiones, y al juntar ambas, dificultades y religiones, los años le habían enseñado que todos oraban al mismo Dios: aquel que escucha cuando le hablamos y que premia a los buenos, aunque no siempre castiga a los malos.
Pero en ese momento, Lope necesitaba de la paz y el aroma a incienso de la Catedral, y sobre todo, de hablar con calma con Dios, que de seguro allí le encontraría. Lope recuerda cuando tan solo era un crío de quince años y la vida le puso una de las primeras serias dificultades de su vida, El Sitio de Barbastro ¡Que joven era, que ingenuo, que inconsciente y que atrevido! atrevido ante todo. Descarado decían de él algunos. Pero siempre fiel a su corazón. No tanto en el amor, pero si en la amistad. Y fueron sus amigos los que le enseñaron que el tiempo no todo lo cura, y que tan pronto puede relativizar lo pasado, como magnificarlo.
Él había relativizado los problemas, pero ¿Había hecho bien magnificando la amistad? pues ahora estaba solo de nuevo, en un lugar que ya no era el que recordaba y en unos tiempos que, bueno, ahí estaban. Renovarse o morir del todo.
Se encontraba en pleno centro del Templo, frente a la Capilla Mayor, absorbido por sus pensamientos, o quién sabe, por sus demonios…Yo entraba en ese momento por la puerta principal, tras tiempo indeterminado observando casi sin pestañear aquella maravilla de la arquitectura ¿Porqué nadie había contado con ella para alzarla hasta la condición de Maravilla del Mundo? Era una auténtica joya arquitectónica, en ella no falta ninguno de los estilos predominantes de la Historia de España: estructura gótica en su construcción, yeserías y techos de traza árabe en la sala capitular, influencias del barroco en su Transparente, del neoclásico en la Puerta Llana…observarla y recorrerla es como entrar en una máquina del tiempo y parar en cada estación de la historia de nuestro país, pues siglos tras siglos, todos han dejado su huella en ella. Había llovido mucho desde que se puso la primera piedra, en 1226, pero Ella estaba tan esbelta, hermosa y coqueta como siempre.
Y esto no lo dije yo, no. Lo dijo el joven hombre que estaba meditabundo en la Capilla Mayor. Una vez más, el Destino nos llevaba a mi compañero y a mí, a encontrar un guía sin igual, un voluntario forzoso, al que nuestros pasos y los suyos nos habían llevado al mismo sitio, y unas palabras dichas en el momento adecuado, nos unían en aquel alto del camino.
Miraba yo embelesada la Capilla Mayor, pues si su belleza es suprema en su conjunto, a esta viajera lo que más le llamó la atención e hizo volar su imaginación, se encontraba tras el Altar Mayor. Detrás del mismo, Narciso Tomé realizó en 1732 un transparente, composición escenográfica de escultura y pintura que pasa por ser una de las obras más representativas del barroco español. Era realmente hermoso, daba la impresión de poder adentrarse en ellas, de fundirse unas con otras creando un mundo aparte del mundo mismo.
Pero mi embelesamiento con aquella composición no parecía ser compartido por aquel joven, de gracioso aspecto, dado por su curiosa vestimenta, pues llevaba una especie de calzas ahuecadas y un enorme blusón blanco bajo una chaquetilla de cuero ¿Sería el actor de alguna representación callejera? a estas alturas de nuestro viaje, cualquier cosa podía ser posible.
No sé como entablamos conversación, no recuerdo si fue él quien se dirigió a mí, o como de costumbre, fui Yo quien se metía donde no la llamaban; el caso es que siguió mis pasos hasta el Coro. Allí, mi simpar compañero se afanaba fotografiando la espectacular sillería, y si la baja era hermosa, la sillería alta era soberbia ¡Lo que las manos de Berruguete eran capaces de tallar!
−¿No sería un sueño casarse aquí? –dije en voz alta, dirigiéndome sin que se notara, a mi simpar compañero de viaje− sería como protagonizar una boda real ¡Una debe sentirse una reina aquí, frente al Altar Mayor!
−No siempre una boda es la culminación de un gran amor –dijo el joven−si pudiese hacerse tan solo frente a Dios, sin necesidad de que mediaran hombres, tal vez si fuera el colofón final a una historia de puro amor. Es tan triste que sean los hombres los que deban decir quien se casa y ante quien lo hace…
“…Uno de los días que patrullaba el joven y bizarro capitán de mesnaderos leoneses Rodrigo de Lara, al levantar la vista para reconocer un alto ajimez, quedóse gratamente sorprendido, con la presencia en él de una bellísima morita que, a cara descubierta, se asomaba, fijando en el guerrero sus expresivos y rasgados ojos.
Prendado de aquella beldad, no tardó el curioso galán en hacer volver a su escolta para pasar segunda y tercera vez por debajo del simpático y atractivo ajimez.
Desde aquel día venturoso, no cesaba Rodrigo de rondar por aquella calleja, atraído por la linda agarena, llamada Zahira, hasta que pudiéndose entender con ella, logró le diera una cita nocturna a través de baja celosía, por donde hablar quedamente y sin ser apercibidos por nadie. Frecuentadas las entrevistas, llegaron a abrir sus corazones, desarrollándose en ellos una viva y vehemente pasión amorosa…”
Lope era su nombre y parecía haber sufrido mucho por amor. Pero él mismo me dijo que su pesar era el contrario, haber hecho sufrir por amor a quien bien le quiso, aunque él quisiese otros quereres. Complicada situación sin duda.
Estábamos caminando pausadamente de capilla en capilla, para no perdernos nada en absoluto; Santiago tomaba fotos, yo escribía en mi cuaderno y Lope miraba al infinito. Maravilloso el Panteón de los Trastámara en la Capilla de los Reyes Nuevos. Las Capillas de San Ildefonso y Santa Eugenia, Las de la Descensión y El Sagrario, la Mozárabe y la de Los Reyes Viejos. Y entonces llegamos a la Capilla de Santiago.
Me contaba Lope que allí descansaba el cuerpo de Don Álvaro de Luna, ejecutado en 1453 y cuyo deseo siempre había sido ser enterrado dentro de la Catedral de Toledo; su mujer, Juana, logró que su esposo descansara eternamente en la Catedral donde trasladó los restos de su marido, donde fue recibido y sepultado en la capilla de Santiago, que don Álvaro había financiado. Allí descansó al fin.
Don Álvaro, no contento con edificar la capilla más suntuosa de la Catedral de Toledo, también había dejado un curioso encargo: una estatua de bronce que gracias a cierto resorte era capaz de incorporarse durante la Consagración de la eucaristía y posteriormente volver a su posición yacente, como muestra del poder alcanzado en vida (y en la muerte) por el Condestable de Castilla y Gran Maestre de la Orden de Santiago.
Pasó el tiempo, y en 1808, el maestro de cantería Luciano Martín Forero recibió el encargo de la Obra y Fábrica de la Catedral de bajar a la cripta de la capilla de Santiago y con la ayuda de algunos peones revisar la bóveda y reparar desperfectos.
Con no pocos esfuerzos, lograron los operarios mover la pesada lápida que cubre el acceso a la cripta, y prepararon faroles de aceite para alumbrar la oscuridad que emanaba del agobiante y húmedo espacio que se abría bajo sus pies. Bajo la atenta mirada de numerosas personas que allí se dieron cita para la apertura por primera vez desde el siglo XV de esta cripta, uno de los peones comenzó a descender los escalones, seguido del resto de la comitiva.
Luciano, que bajaba en segundo lugar, había escuchado viejas historias sobre estatuas yacentes que se incorporaban, pero que fueron retiradas en pocos años por la reina Isabel la Católica por la algarabía que formaba entre las gentes que impedía el normal desarrollo de los oficios religiosos. Le habían contado también leyendas de fantasmas, de diablos y de espectros que poblaban los misteriosos subterráneos de la Catedral…
Un fuerte grito hizo abandonar estos pensamientos a Luciano, al tiempo que la lámpara que portaba el primer peón se apagó de forma repentina. La negrura que les rodeaba hizo temer lo peor al grupo, que no tardó mucho en introducir otra lámpara de aceite desde la entrada…
Cuando llegaron al último escalón y se unieron al primer joven, observaron que con cara de terror miraba hacia el centro de la cripta, donde un grupo de esqueletos, sentados en viejos sillones y con la ropa hecha jirones posaban los restos de sus manos sobre una vieja mesa como si en una macabra tertulia estuvieran desde hace siglos. Las cuencas vacías de los ojos de los familiares del Condestable parecía que observaban detenidamente una calavera que reposaba en el centro de la mesa, posiblemente la cabeza separada del cuerpo de don Álvaro, que el 2 de junio de 1453 rodó en Valladolid. Sobrepuestos ante este primer y terrorífico encuentro, los operarios rápidamente repararon los desperfectos en la bóveda, mirando ocasionalmente al macabro grupo sentado en la tertulia eterna, saliendo tan pronto como pudieron de aquella cripta. Aún le quedaron fuerzas a Luciano para grabar con la punta de su navaja en una pared de la cripta su nombre y la fecha de aquel día.
Ojipláticos y boquiabiertos nos quedamos mi simpar compañero y yo, tras escuchar la macabra historia que Lope acababa de contarnos; La Tertulia de los Muertos, dijo que se llamaba esta leyenda, aunque él nos aseguró que de leyenda tenía poco, pues era muy habitual, que una vez en la eternidad, los muertos hablen entre ellos de lo que fueron en vida, incluso de lo que siguen siendo en la muerte, pues esta, con nada acaba y con todo empieza.
Con los acontecimientos que habíamos vivido mi simpar compañero y yo últimamente, no me cabía la menor duda, de que la Muerte no es eterna y que la Vida se eterniza al llegar a su fin, como Rueda de la Fortuna que gira y gira y nunca se detiene.
“Para explicarle Zahira a Rodrigo el origen de aquella, le confesó que debido a las explicaciones que una esclava cristiana le hiciera, de las excelencias de la Religión del Nazareno, y lo ensalzada que en ésta estaba la mujer, había nacido en su mente la idea de convertirse al cristianismo y de no amar en el Cielo mas que a Jesús, a su Virgen Madre y a los santos, y entre éstos, con preferencia a la princesa de su linaje, la insigne Santa Casilda, cuyo nombre deseaba recibir en el bautismo, y a la cual encomendaba su conversión; y en la tierra a un caballero cristiano y valiente con quien desposarse, para que la protegiera y defendiera contra las venganzas de su feroz padre y de sus parientes, que no habían de perdonarla por la apostasía del mahometismo.
-Ese caballero que anhelabas soy yo; y parece que Cristo mi Señor, me ha elegido para que consigas el logro de tus deseos, hermosa Zahira -dijo Rodrigo. -Así lo espero, y para que me des una prueba de ello, te ruego que desde luego me llames Casilda -respondió ella con ternura. -¿Estás dispuesta a todo? -replicó él. -A todo lo que no sea en detrimento de mi honra, hasta a perder la vida por Cristo y por ti. ¿Me juras, Rodrigo, que respetarás mi honor si huyo contigo? -A fe de caballero, te lo juro sobre la cruz de mi espada, bella Casilda. -Pues fiada en tu leal palabra, estoy pronta. Dispongámoslo todo para la evasión.
Después de muchos coloquios y proyectos para realizar sus ensueños y esperanzas, concibieron el plan de huir hacia un cercano castillo de un deudo de él, en cuya capilla un Sacerdote, que ya estaba prevenido, la bautizaría a ella y acto seguido los uniría en indisoluble lazo matrimonial…”
Nos hablaba Lope de dos amigos, más bien hermanos, a los que conoció en las duras condiciones del Sitio de Barbastro; Yunus ibn al-A’war, médico judío que le abrió los brazos primero y su casa después, cuando él no era más que un pobre escudero de quince años. Y Abú Bakr Muhammad, poeta primero y visir después. Una niebla los separó hacía ya muchos, muchísimos años, y una niebla le había traído de nuevo a Toledo, lugar donde los tres amigos afianzaron su amistad, su hermandad, y repusieron fuerzas para marchar hacia Sevilla, en Al-Andalus. Una niebla los separó y estaba convencido de que los uniría de nuevo. Había tanto que decirse todavía…
Le dije, tan sorprendida por aquella confesión, como alegre por la misma, que Santiago y yo habíamos conocido a sus amigos, a Yunus y a Abú, les habíamos visto ese mismo día. Yunus se encontraba en la Sinagoga, y Abú, en la Mezquita.
Lope se alegró muchísimo con aquella noticia, tanto que hincó rodillas en tierra, en plena Sala Capitular, bajo la obra pictórica de Juan de Borgoña en lo alto de los muros, confiriéndole este escenario un aspecto de mártir cristiano a nuestro joven Lope. Era imposible no empatizar con él, no sentir lo que él sentía, no palpitarnos el corazón al ritmo que a él le palpitaba.
Se levantó de nuevo, y cogiéndome las manos entre las suyas, me dijo:
−Necesito encontrarles, necesito saber de ellos, explicarles que pasó, decirles que yo nunca quise dañarles a ellos y a sus familias. Nunca. Jamás nos importó quiénes éramos antes de conocernos, y menos aún después de hacerlo. Nunca tuvimos reparo alguno en entregarnos el corazón y el alma, sin tener en cuenta nuestras religiones, nunca. Solo éramos tras personas a las que el Destino y la desdicha primero, las dichas después, nos unieron. Erámos familia, Familia.
Lope nos contó − aunque yo dudaba de que lo hiciera expresamente a nosotros, más bien parecía que lo contaba para que el viento lo oyera y llevara sus palabras hasta donde habían de oírlas, quienes debían de hacerlo− que se enamoró perdidamente de la esclava de Abú, su flor más bella y preciosa, su Narciso, Nardjis. Él no sabía, que aquella florecilla era amada en secreto por su amigo Abú, el cual le escribía versos a su joven esclava, prendado de amor por ella. La amaba tanto…Como tampoco supo que Zohra, “la Bella” esposa de Abú, soñaba en secreto con él, con el escudero que su esposo había conocido en la lejana tierra de Barbastro y ante el que pactó con sangre en Toledo, amistad eterna.
Yunus, soñaba con que Lope un día se convirtiera en el hijo que nunca tuvo, casándolo con una de sus tres hijas adoptivas. Un amigo, un hermano y además, un hijo. Pero Lope solo tenía ojos y corazón para su amada Nardjis.
Descubrir la verdad por todos ellos, fue demasiado dura. Abú se sintió herido, rechazado, ninguneado, le abrió los brazos y su casa y ahora, él le robaba el amor de sus dos mujeres.
Yunus que veía a un hijo en él, se sintió abandonado y desilusionado. Unos se culpaban a otros, y por primera vez desde que se conocieron, los tres fueron conscientes de sus diferencias. Tres religiones, tres impedimentos. Nunca se permitió la boda entre Nardjis y Lope. Sevilla separó a los tres hermanos, convirtiéndoles en tres extraños. Ahora, Lope deseaba que Toledo les uniera de nuevo. Siempre amará a Nardjis, siempre, pero también siempre guardará en el corazón a sus amigos, y este empezaba a doler demasiado con tanto peso guardado.
Nuestros corazones, el de los dos simpares viajeros, se encontraban ahora tan pesados como el de Lope, lo que la amistad unió, el amor separó. Más bien, el desamor. Era tan duro, tan triste, tan romántico. La luz entraba tamizada por las vidrieras de la Catedral Primada, esta se llenó de luz y color, confiriéndonos a todos un aire polvoriento, casi borroso.
Primero fue un suave aroma a azahar, luego un intenso olor a incienso, y después, la polvorienta luz se llevó a Lope de nuestro lado. El sonido de las campanas nos trajo de nuevo al mundo real, al menos al mundo corpóreo, pues la sensación de ser polvo, había desaparecido. Tal vez fuera la Campana Gorda la que sonaba, tal vez fueran las nueve campanas de la Catedral simultáneamente, pero aquel sonido terminó de alejar de nosotros lo vivido anteriormente. Como un sueño, o mejor, como un despertar.
El día acababa, y nuestra labor también. Los días en Toledo estaba resultando realmente plenos y cansados, estos dos simpares viajeros necesitaban un descanso. Salimos por la Puerta de los Leones, para dirigirnos al hotel, cuando de nuevo un aroma a azahar e incienso nos hizo dar la vuelta a la Catedral y dirigirnos hacia la Fachada Principal.
Allí, en la Fachada Principal, junto a la Puerta del Perdón, se encontraba Abú. En la Puerta del Escribano, estaba Yunus, y saliendo por la Puerta de la Torre, Lope. Contuvimos el aliento e intentamos sujetar los locos latidos de nuestros corazones, cuando los tres amigos se fundieron en un abrazo que parecía atravesar sus cuerpos y transformarlos en polvo. De nuevo sonaron las campanas de la Catedral, al norte, un Almuecín llamaba a oración y desde el sur, llegaban oraciones de la Torah. Y el abrazo convirtió en polvo ante nuestros ojos a Lope,
Abú y Yunus. Nos agarramos fuerte de la mano, tratando de evitar así volar entre el polvo o tal vez, compartir la emoción que estábamos viviendo en aquel momento.
Tulaytolah, Toldoth, Toledo…este viaje iba a ser imposible de olvidar nunca. Puede que ni con la muerte…
“…Circunstancia favorable se presentó a los amantes, con la precisión que tuvo el padre de ella de partir para Andalucía; y todo previsto y ayudados por la esclava catequista y confidente, verificóse el rapto, montando la tapada dama a la grupa del caballo, ciñéndose con los brazos a la cintura del galán, quien espoleando el corcel le hizo emprender veloz galope hacia el puente de Alcántara. -¡Alto! ¿Quién va? gritó el centinela de la torre del mismo. -¡Plaza al Capitán Rodrigo de Lara! -contestó éste. Reconocido por el alcaide de la fortaleza, se le dejó libre el paso a la pareja, no sin oír las chazonetas de los soldados ante aquella insólita y amorosa aventura. Tranquilamente proseguían los fugitivos, platicando arrullos de amor, por el camino romano, cuando de improviso presentáronse ante ellos dos morazos caballeros en sendos potros, que apostados por allí andaban, dedicados al merodeo de los viandantes, y cerrándoles el paso, gritaron: -¡Ah, perro cristiano; por Alá, suelta en seguida esa mora que llevas cautiva, o aquí mismo morderás el polvo! Clávale Rodrigo los acicates al bruto y a rienda suelta emprende vertiginosa carrera. Precipítase por los peñascales de la vertiente del arroyo; mas al llegar a éste, uno de los perseguidores alcanza con su cimitarra al cuello de la doncella, la cual, lanzando horrísono alarido, cae desplomada a los pies del caballo. Revuélvese rápidamente Rodrigo, y arremetiendo con su lanza al asesino, lo atraviesa de pecho a espalda y lo envía a cenar con Satanás. Acude luego presuroso a socorrer a su amada, la que aún vivía; reconoce que está degollada, y que son inútiles todos los auxilios humanos, y recurriendo a los divinos, se quita el yelmo, toma en él agua del arroyo, y vertiéndola sobre la cabeza de la moribunda exclama: -¡Amada Casilda de mi corazón, cúmplase tu voluntad! Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Vuela, vuela con Cristo, que es el Esposo que te espera! ¡Ruégale a Él por mí! ¡Adiós!... Dijo: y aquella alma, ya purificada, salió de aquel virginal cuerpo a gozar de las dichas eternales. Repuesto algún tanto de su amarga pena el desconsolado amante, sube a la cresta del cercano cerro del Bú, y desde allí grita a la guardia que a la opuesta orilla del Tajo estaba, en la torre del Fierro pidiendo socorro, el cual no tardó en llegar en una barca, en la que trasladó el cadáver; subiéndolo luego a la no lejana Iglesia mozárabe de San Lucas, donde al siguiente día el bondadoso Párroco, después de la Misa de cuerpo presente, le dio cristiana sepultura, previos los responsos de rúbrica. A los pocos días, en el flamante monasterio cluniense de San Servando, recibía el santo hábito el novicio Rodrigo de Lara; quien por permisión de sus superiores, iba todos los días a la caída de la tarde a orar en el mismo sitio en que espiró Casilda, a orillas del fatídico arroyo, que desde entonces es conocido en Toledo con el nombre de la Degollada.”
(Leyenda de la Degollada)
CATEDRAL PRIMADA DE TOLEDO
Horarios
De Lunes a Sábados, de 10:00 a 18:30 horas.
Domingos y festivos, de 14:00 a 18:30 horas.
Visita a la Torre
10:30, 11:15, 12:00, 12:45, 16:00 y 16:45 horas
de lunes a sábados
Dirección
C/ Cardenal Cisneros, s/n, 45001
Tel.: 925 222 241 Fax 925 253 400
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Que delicia haber paseado de vuestra mano por esta fabulosa Catedral. Un magnifico texto y unas fabulosas imagenes.
ResponderEliminarHe pasado un rato delicioso. Gracias chicos.
Bárbara
Gracias Bárbara!!
EliminarEs un placer recibir tu visita y tus palabras. Nos alegra muchísimo que te haya gustado.
Mil besos.
Gracias por viajar con nosotros!
Eliminarbesos
¡ Gracias ! De nuevo lo habéis conseguido, he recorrido la Catedral con vosotros, con Lope,he disfrutado con la historia, con la vida de Lope, las leyendas....Entrar aquí, no solo es un viaje para conocer un monumento es más... muchísimo más.Las fotos fantásticas como es habitual y el texto ¿ Qué mas puede decir ? Brillante como es habitual.Gracias por estos momentos que nos regalais.
ResponderEliminarPara nosotros es un placer viajar con buenos amigos ¡mil gracias y millones de besos!
EliminarCada vez mejor, estoy alucinando con la forma de contarlo, y las fotos son fabulosas. Sois una pareja perfecta.
ResponderEliminarY tú una gran lectora y trotera!
EliminarMil gracias!!
¡Tanto por ver, tanto por descubrir!
ResponderEliminar¡Enhorabuena, pareja!
Un placer volver por Toledo de vuestra experta y culta mano, amigos.
El Gato Trotero es estupendo.
Saluditos.
Gracias a tí, Vicenteta, viajar en buena compañía es más placentero todavía.
EliminarMil besos.