TE REGALO MIS PALABRAS de Antonio Luis Bonilla Martos

“Mi abuelo fue capitán

de un navío sin velas ni remos,

por timón, un arado, dos mulas por tripulación

y las olas que mecen su embarcación,

los surcos en la tierra labrados.

Era su navío un carro,

una bota de pellica su bodega

y su cayado, apoyo y cañón,

tabaco de liar su ron

y su pólvora un misto y un cordón.

Era mi abuelo almirante y grumete, pirata y bucanero,

el que guiaba la nave a buen puerto

el que navegaba de frente,

capitán, astillero y cocinero.

Tres gaviotas de secano sobrevolaban su barco,

un gavilán, una alondra y un cuervo,

Así era mi capitán manchego,

alto, enjuto y quijotesco,

curtido en mil batallas

y una sola guerra;

por galones sus manos cortadas

y sus medallas su piel de arrugas surcada.

No hubo capitán más bravío

que aquel que vestía con boina,

faja y alpargatas, el que llevaba unas alforjas

por petate, compaña y armas,

el que comandaba un carro

como a un invencible navío.

Mi abuelo fue capitán,

vivió sin ni siquiera saber que lo fue,

y un buen día, el Almirante de rastrojo y barbecho,

marchó sin saber siquiera…sin saber siquiera quien fue.”

(Yolanda Toledo Villar)

   Con el paso de los años ha crecido en mí el afán por preservar la memoria y el recuerdo de mis antepasados más cercanos; puede ser que desde muy joven he tenido que enfrentarme a la pérdida de aquellos a los que más quieres, y esa sensación de vacío físico que dejan, mi alma se empeñaba en rellenar con palabras, vivencias, hechos, incluso escritos de los que ya no están. En ocasiones ya os he contado lo poco que supe de mi madre, que he tenido que preguntar a mucha gente que la conoció para hacerme una idea de quién era en realidad o al menos, lo más cercano posible; no quise que me pasara lo mismo con mis abuelos, con mi padre, de los cuales pregunté y pregunté hasta sacar de quicio mil veces a cada uno de ellos, pero por fortuna puede decir que podría escribir un libro con cada uno de ellos (bueno, escrito está, pero no creo que salga nunca del cajón del escritorio) y aún así tengo la sensación que me faltan muchas cosas por saber y que tenía que haber insistido mucho más en conocer más cosas.  Esa orfandad de saber me lleva a escribirlo todo, absolutamente todo, aunque  mi tendencia al cuento me lleva a novelar cada suceso por pequeño que sea (vosotros lo sabéis bien que sufrís casi cada semana mis "Érase una vez...") y todo sea por que el vacío se rellene para futuras generaciones que tal vez se pregunten quién era yo.  Dudo que a alguien le interese pero por si acaso, decenas de libretas están en una caja esperando que algún día las descubran.

   Cuando vi la portada del libro en las Novedades de la Editorial me quedé observándola un buen rato: un dibujo de la Alhambra como fondo y delante, tres rostros bien detallados de tres generaciones distintas: un abuelo, un niño, una mujer. El título me lo dijo todo: Te regalo mis palabras. Mi imaginación se disparó sin mirar siquiera la sinopsis. Sabía que iba a enfrentarme a un montón de emociones y sentimientos propios y ajenos, y si la pluma del autor era ávida, me removería por dentro y me agitaría cual coctelera. No me equivoqué. Comencé a leer y me vi absorbida por un ciclón de recuerdos y emociones que no me eran ajenos ¡Sé como se siente el protagonista! me dije a mi misma, conocía esa sensación de saber más sobre los que nos rodean y la ansiedad de intentar perpetuar a través de las palabras toda una vida. 

   La historia comienza por el final, o mejor dicho, por el pre-final, pues siempre hay puntos suspensivos al acecho tras un punto y final; en un futuro cercano, un anciano intenta correr más rápido que la demencia que lo persigue y en una carrera contra reloj cuenta con la ayuda de una joven que plasma en cuadernos los recuerdos que él ya no puede a penas ordenar en un papel y tan solo cuenta con su ya deteriorada mente. Sus recuerdos más hermosos pero también los más duros, van unidos a su abuelo, el cual no pudo conocer hasta terminada la Guerra Civil y del cual a penas sabía nada hasta que un buen día, y tras un largo viaje por parte de ambos, se conocen al fin. La vida de abuelo y nieto cambiará radicalmente, el más viejo ve en el niño una oportunidad de que sus recuerdos no mueran y el pequeño ve en su abuelo un pozo de conocimiento no conocido hasta entonces. Comienza un recorrido por las añoranzas y pesares del anciano, un viaje por los convulsos años de nuestra más vergonzosa memoria histórica, los años posteriores lejos de la patria y casi en paralelo, el despertar del pequeño Luis a la adolescencia y juventud; dos hombres, dos caminos, dos mujeres  y dos vidas que se entrelazarán para siempre. Sin saberlo ni pretenderlo, las vidas de uno y otro parecen discurrir casi en paralelo con años de separación ¿El Destino? ¿La llamada de la sangre? ¿Los caprichos del azar? dos historias que nos conmoverán, sorprenderán, turbarán y se harán un hueco en nuestro corazón. 

CONCLUSIÓN: Un libro que nos muestra el poder de la sangre y del amor más allá de generaciones, ideologías, épocas y confrontaciones; una novela emotiva, vibrante, desusada, turbadora y con alma propia, narrada de manera ágil, sencilla, liviana, sin rocambolescos giros o trucos para atraer la lágrima fácil, contada naturalmente y sin muecas teatrales, pura y sin reproches ni rencores. Una lectura fácil en la forma e intensa en el fondo, de las que nos dejan huella.

PUNTUACIÓN

TE REGALO MIS PALABRAS

Antonio Luis Bonilla Martos

Editorial Círculo Rojo

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