José Javier Abasolo
Imagen: www.quellegeixes.cat
El Gato Trotero: Emiliano Etxebarría, el personaje en torno al que gira el
grueso de su novela Una del Oeste (Erein), es un hombre de vida anodina,
charcutero de profesión y soltero por las circunstancias. Desde las primeras
páginas el lector conecta con él, conoce determinados aspectos de su vida y
comienza incluso a tomarle afecto. Y cuando estamos encariñándonos con él,
aparece un yonqui plagado de nervios con una pistola en la mano y le atraviesa
el cráneo de un disparo. ¿Sabe que algunos lectores nos preguntamos si los
escritores de novela negra ajustan cuentas con determinadas personas de su
entorno haciendo que aparezcan muertos de manera despiadada en sus obras?
Confiese, dígame que su charcutero nunca le ha cobrado de más por un cuarto de
chorizo pamplonica.
José Javier Abasolo: Pues lamento decepcionarle, pero mi charcutero es una
bellísima persona y jamás se le ha ocurrido engañarme. Lo que ocurre es que
necesitaba un cadáver para empezar la novela y le ha tocado a él. ¡Qué le vamos
a hacer! Pero ya más en serio, es cierto que los personajes no salen de la
nada, el vacío absoluto no existe, al menos en literatura, y en todos nuestros
personajes hay retazos de gente a la que hemos conocido o de los que nos han
hablado, siempre dándoles un toque personal, en ocasiones resaltando sus virtudes
y en otras sus defectos, ya que no se trata de retratarlos fielmente en las
obras sino de utilizarlos para crear “nuestros `propios personajes”.
Sobre lo del “ajuste de cuentas” algo de razón ya tiene, por
eso los escritores de novela negra solemos ser buenas personas, porque ya en la
ficción hemos eliminado a todos los que nos molestan y no necesitamos hacerlo
en la realidad. Pero si lo pensamos detenidamente, esa supuesta “venganza” es
muy pobre porque el perjudicado o no nos lee o nunca se da por aludido.
EGT: El señor Etxebarría, contra todo pronóstico, resulta ser un
afamado escritor de novelas del Oeste (las firma como Colt Duncan, el mismo
nombre del protagonista de sus obras) que ha vendido miles de ejemplares y,
gracias a ello, ha asegurado su futuro y el de sus herederos. Quizá por eso es
asesinado. ¿El éxito mata?
J. J. A.: No lo sé, yo sigo vivo así que una de dos: o no he tenido
mucho éxito (hipótesis más probable) o el éxito no mata. En realidad lo que sí
mata, y es el hilo conductor de muchas novelas negras, es el ansia de poder, de
control, de dominación, ya sea social, económico, político o cultural. Y en
esos casos dicho poder, o ansias de poder, sí va unido a la consecución del
éxito o la carencia del mismo.
EGT: A partir de ese asesinato, comienza la novela. Un trabajo, todo hay que decirlo, muy meditado y estudiado, dado que encontramos dos tramas en paralelo relacionadas de manera directa con la muerte del charcutero, además de una tercera historia, cuya razón de ser se desvela en las últimas páginas y que aquí, por supuesto, no desvelaremos. ¿Le resultó muy compleja la elaboración de esta novela a nivel técnico?
J. J. A.: Debería decir que sí, para darme un poco de importancia y
autobombo, pero la verdad es que no. Desde el primer momento tenía claros los
personajes de cada línea y cómo debían ser éstas. Lo que sí puede llegar a ser
más complejo, y en el fondo eso es lo que más trabajo, aunque también
satisfacción, puede darme como autor, es conseguir que todas las líneas casen
en un final coherente y lógico. En ese sentido me encuentro satisfecho porque
creo que lo he logrado. Aunque, lógicamente, a ese respecto la opinión más
válida no es la del escritor sino la del lector.
EGT: La primera de las tramas analiza la muerte de Emiliano Etxebarría, de cuya investigación se encarga un joven juez, Estepan Azkárate, junto a una policía municipal. En ella, usted refleja las fuertes presiones que reciben los encargados de administrar justicia desde las instancias más bajas, y denuncia los intereses oscuros que abren y cierran casos con una frivolidad que asusta. ¿El Estado de Derecho es una entelequia que nos venden para hacernos creíble un sistema manejado, una vez más, desde las esferas de poder político-económicas?
J. J. A.: El Estado de Derecho más que una entelequia es una aspiración
y, como toda aspiración, no siempre es fácil de conseguir. Lo que algunos
llaman “bien común” (en muchas ocasiones para enmascarar sus posturas)
desgraciadamente no existe, lo que realmente existe en toda sociedad o
comunidad humana son intereses diferentes e incluso enfrentados, según la clase
social, estrato cultural, adscripción a unos valores u otros, etc., con los que
te sientas identificado. Algunos serán más justos (siempre desde una
perspectiva subjetiva), otros menos y en muchas ocasiones terriblemente
injustos e incluso inhumanos. Y tanto políticos como jueces, policías o
ciudadanos participamos de ese juego, con nuestras aspiraciones, opiniones,
actuaciones e intereses. En ese sentido nadie está libre de presiones, tampoco
los jueces, otra cosa es cómo se responda ante ellas y las consecuencias que
generen esas respuestas. Casi todos los días tenemos ejemplos, muchos
negativos, pero afortunadamente también algunos positivos, de lo que estoy
diciendo.
EGT: En la segunda de las tramas asistimos a la búsqueda de la novela póstuma de Colt Duncan. El dueño de la editorial con la que publicaba sabía que el charcutero, para cuando entregaba un trabajo, llevaba muy avanzado el próximo, y dadas las circunstancias, todo hace pensar que, si la encuentran, podrán seguir enriqueciéndose gracias al ingenio del Sr. Etxebarría incluso después de muerto. El encargado de buscarla será un profesor de literatura que sueña con publicar su propio libro, fantasía que coincide casualmente con la recompensa que obtendrá si alcanza su objetivo. ¿Se publican novelas como pago de favores y no atendiendo únicamente al mérito literario de las mismas? ¿Cuándo murió el romanticismo en la publicación literaria?
J. J. A.: Desconozco, y lo digo sinceramente, si se publican o no
novelas como pago de favores, pero tampoco me parecería raro. Y ni siquiera,
aunque admito que estas palabras pueden chocar al lector, poco ético. Un
contrato de edición es eso, un contrato. Y aquí quizás salga mi vena de
jurista, pero en un contrato siempre hay dos partes que se dan una cosa a
cambio de otra. Mientras no se perjudique a un tercero, pues tampoco me
parecería mal. Eso sí, si la obra publicada no tiene calidad o no interesa al
público, seguramente no habrá una segunda publicación y a un escritor, si lo
es, o quiere serlo de verdad, no le interesa tanto dar un pelotazo (aunque
bienvenido sea si eso ocurre, no voy a ser hipócrita en este aspecto) como
consolidar una obra a lo largo del tiempo.
En cuanto a lo del romanticismo en la literatura, yo creo
que no se ha perdido, al menos no del todo. Mire, si yo fuera un escritor
norteamericano, podría decirse que escribiría por dinero, pero siendo aborigen,
lo mío es puro romanticismo, qué le vamos a hacer. A mí en el fondo me gustaría
ser un afamado escritor yanqui y vender todas mis novelas a Hollywood, pero he
tenido la suerte de nacer en Bilbao, aunque en ese otro aspecto dicha suerte
conlleve desventajas. Por lo demás, no debemos olvidar, como en ocasiones
hacemos los escritores e incluso los lectores, que tanto las editoriales como
las distribuidoras y librerías son también empresas que deben obtener
beneficios para seguir subsistiendo e incluso pagar los sueldos de sus
trabajadores. El romanticismo en literatura está muy bien, y todavía podemos
encontrar admirables ejemplos en nuestro país, pero primero hay que pagar las
cuentas.
EGT: El mayor toque de originalidad de su novela viene repartido en forma de capítulos de una novela del Oeste que se solapan con los del resto de la novela negra en sí misma. Se trata de la novela que busca el editor del Sr. Etxebarría y que da respuesta a varias incógnitas que surgen en la trama negra. Así, en paralelo a las investigaciones que se suceden tras el crimen, leemos la última historia del archiconocido Colt Duncan. ¿Por qué eligió este género casi olvidado y no otro más en boga, mucho más familiarizado con lo que lee el grueso del público actual? ¿Lo hizo precisamente por eso, para rescatarlo del olvido?
J. J. A.: Más que un rescate es un homenaje. Yo creo que todos hemos
tenido en casa esas novelitas que se vendían en kioskos, firmadas por Marcial
Lafuente Estefanía, Silver Kane, Lou Carrigan, etc., muchos de los cuales eran
escritores españoles que necesitaban firmar con seudónimos anglosajones para
poder publicar e incluso sobrevivir. Y aunque no nos guste admitirlo, las hemos
leído. Yo, al menos, recuerdo con cariño esas novelas que nos transportaban a
un mundo lejano en el que los “buenos” siempre disparaban más rápido que los
“malos” y acababan con el déspota del pueblo, que solía ser un ranchero sin
escrúpulos. Curiosamente muchos de los escritores de esas novelas eran antiguos
combatientes republicanos y hasta podía haber una segunda lectura (eso lo digo
ahora, entonces no me preocupaban esas cosas, lo admito) en su descripción del
triunfo del cow-boy solitario y justiciero sobre el opresor de toda una
comarca.
De todos modos, y abundando en una de las anteriores
preguntas sobre las diversas líneas de la novela, tengo que confesar que al
principio no tenía “in mente” introducir esa novela del Oeste en la novela en
general, pero según fui pensando y avanzando en la trama contemporánea pensé
que podría ser divertido, al menos para mí como escritor, que lo fue y mucho,
pero también para el lector, escribir por mi cuenta esa última historia de Colt
Duncan.
EGT: El tono que le da a esta novela de hombres rudos y de gatillo fácil, contiene una carga compacta de humor y de sutil ironía, que choca descaradamente con la sobriedad y las escasas concesiones que siempre se han dado los autores de aquellas novelitas de páginas amarillentas que pueblan los estantes de las casas de nuestros abuelos o tíos. ¿Qué le llevó a romper esas reglas?
J. J. A.: La convicción de que para escribir como Estefanía o Silver
Kane ya estaban Estefanía y Silver Kane, no hacía falta que llegara yo a
enmendarles la plana. Además, a estas alturas me parecía absurdo y poco creíble
ponerme a escribir en serio una novela del Oeste. Por eso, y repitiendo que no
es una parodia sino un homenaje a aquellas novelas que a algunos nos hicieron
disfrutar tanto de chiquillos, creí que era necesario meter mucho humor en la
historia, un humor surrealista en ocasiones y con evidentes anacronismos que
(aquí me pongo la venda antes de que llegue la herida) no son errores del autor
sino buscados a posta para resaltar la parte humorística del texto.
EGT: Volviendo a la cuestión literaria y adentrándonos en su figura como escritor… Usted ha tenido la fortuna de alzarse con reconocidos premios literarios como el de la Prensa Canaria o el García Pavón. ¿Qué importancia tienen en su carrera literaria?
J. J. A.: Una importancia fundamental. Gané el Premio Prensa Canaria
con mi primera novela, “Lejos de aquel instante” y eso me abrió, hasta cierto
punto, las puertas del mundo editorial. Digo hasta cierto punto porque si bien
es cierto que en los últimos años ha habido algunas editoriales (como la
desgraciadamente desaparecida Tropismos, Erein o Ttarttalo) que han confiado en
mí y han publicado todo lo que he escrito, de alguna manera en este país con
cada novela empiezas de cero, o casi.
En el caso del Premio García para mí fue importante ganarlo
no sólo por lo que de reconocimiento tiene a una obra (en este caso, “Antes de
que todo se derrumbe”) e impulso a una trayectoria literaria, sino también
desde un punto de vista sentimental, por estar dedicado a uno de los pioneros
del género policial en España.
EGT: Existen muchos escritores noveles que no consiguen publicar de un modo tradicional, pero tampoco prueban suerte en los concursos literarios porque, dicen, “están adjudicados de antemano”. ¿Qué les diría al respecto?
J. J. A.: Entiendo esa desconfianza porque a mí, como a todo el mundo,
también me llegan “rumores” sobre lo que sucede en algunas ocasiones. Aun así
animaría a los autores a presentarse, nunca se sabe cuándo o dónde puede saltar
la liebre, e incluso en caso de no ser premiados, puede haber un miembro del
jurado o un lector que recomiende su publicación. En mi caso ganar los dos
premios anteriormente mencionados fue muy importante, por eso animo a la gente
a presentarse. Sobre todo a los que no son excesivamente mediáticos, no sé si
me explico…
EGT: Si estos días (en los que se realiza la entrevista) nos damos una vuelta por los corazones de distintas ciudades españolas, nos encontramos con decenas de Ferias del Libro, un imponente escaparate que se adueña de bulevares, paseos y grandes vías para mostrar las novedades literarias y poner en contacto a lectores y autores. ¿Cómo valora estas iniciativas? Por su experiencia ¿Cómo podrían mejorarse?
J. J. A.: La que mejor conozco es, lógicamente, la de Bilbao, así como
las de otras ciudades de mi entorno. Es difícil contestar a esa pregunta.
Conozco al organizador de las Ferias del Libro de Euskadi (del que además me
honro con su amistad, por lo que quizás no sea del todo objetivo) y soy
consciente del trabajo de organización, preparación, mantenimiento, al que te
obligan constantemente dicho tipo de eventos. Yo creo que la idea es buena,
sacar el libro a la calle. Si luego los libros se venden más o menos, o
triunfan unos autores más mediáticos que otros, eso yo creo que no es culpa ni
de organizadores, ni de libreros ni de quienes llevan las casetas, sino de los
lectores y del apoyo que desde las respectivas instancias públicas se haya dado
al mundo de la cultura y el libro. Pero en el fondo la solución está en nuestra
mano (y ahora hablo como lector), en acudir a las ferias, interactuar con los
escritores, comprar y leer sus libros. En fin, que es muy complicado, vamos.
EGT: Al hilo de la anterior… ¿Le resulta cómodo el trajín que supone los desplazamientos por distintas partes de la geografía para dar a conocer su obra o lo considera un peaje a pagar para ser escritor, pues así está montado el sistema actual y la idea del escritor enclaustrado en su casa, rodeado de libros y fumando mientras invoca, entre volutas de nicotina y alquitrán, a las musas que dancen sobre el folio en blanco, es cosa del pasado?
J. J. A.: En mi caso es bastante llevadero. Suelo acudir a festivales
de novela negra, como los de Gijón, Tenerife, Castellón, Pamplona, Cuenca,
etc., y me encuentro con viejos amigos e incluso hago nuevos, lo que siempre es
motivo de alegría. A veces cansa, pero es un cansancio muy llevadero. Y tampoco
es algo constante, sino puntual, por lo que el sacrificio es mínimo.
Creo que eso de estar enclaustrado en casa no es bueno para
el escritor, por lo menos para el que intenta, como es el caso de los que nos
dedicamos al género negro, retratar de algún modo a su sociedad. Hay que salir
a la calle, pero no me refiero sólo a los festivales o a los acontecimientos
literarios. Hay que ir a tomar copas con los amigos, al fútbol, a trabajar a la
oficina u otro lugar (aunque decir esto con la que está cayendo puede parecer
un sarcasmo), a pasear por las calles, a gozar de la playa o el monte. Si no
vives antes, no puedes escribir después. Y, desde luego, por mucho que llenes
tu habitación de humo y nicotina, si no
tienes algo que decir y no sabes cómo decirlo, no se te va a aparecer ninguna
musa para darte la gran idea del siglo.
EGT: Quedamos agradecidos por su colaboración y por sus respuestas, y le deseamos que siga caminando por la senda de la literatura con la firmeza demostrada hasta ahora.
J. J. A.: Gracias a ustedes. Espero que la entrevista haya sido del
gusto de los lectores. Por lo menos, las preguntas lo merecían.
Una Entrevista de Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario