martes, 7 de abril de 2015

LA PUERTA PINTADA, de Carlos Aurensanz




Resulta más que probable que todo escritor sueña con alumbrar una novela que quede guardada en el recuerdo de sus lectores; un sueño inconfeso, casi infantil, que pocos reconocen y al que practicamente ninguno escapa. Es humano y bueno es que así sea.
Unos lo consiguen mediante el método literario, otros realizando una profunda inmersión en la psique de los personajes... Los hay que destacan por su brillante capacidad para mimetizarse con la ciudad en la que transcurre la trama, adueñándose, de alguna manera, de la personalidad de la urbe. La muestran con mimado tiento; luciéndola con devoción, con el solemne cuidado con el que los cófrades de los pasos castellanos de Semana Santa avanzan en el umbrío silencio de un Viernes de pasión. Nos hacen recorrer sus calles, nos adentran en los lugares que la definen, y nos invitan, de manera velada, a ser un personaje callado al transmitirnos el deseo de conocer todos los rincones y secretos de la ciudad de esa novela con la que tanto hemos disfrutado. Existen novelas capaces, si no de inmortalizar ciudades, sí al menos de mostrárnoslas de un modo casi mágico. Desde ese momento, cada vez que regresemos a ellas, nunca más se mostrarán ante nosotros como hasta entonces, y el recuerdo inconsciente que el autor ha dejado en nuestra mente nos acompañará en cada paso dado. Es la capacidad que tiene la literatura, en tanto que arte, de trascender el propio papel que la soporta y quedarse prendido en todo aquello que toca.


Con La Puerta Pintada, el conocido escritor navarro Carlos Aurensanz da un golpe de timón a su trayectoria literaria después de iniciarse de una manera muy fructífera en el género de novela histórica con su ya célebre trilogía de los Banu Qasi, editada por la prestigiosa Ediciones B. Tanto es así que, en apenas tres años, ha venido atesorando miles de lectores fieles que le han acompañado en una apuesta tan arriesgada de componer como enorme en proporciones, pero de muy gratas recompensas. Con esta nueva novela ha buscado el riesgo, se ha salido del camino trazado, de la seguridad que le confiere caminar por la senda del éxito que él mismo ha ido abriendo con paso firme, y se ha aventurado a lo desconocido, avanzando campo a través, incapaz de conocer qué sería de él como autor si, en lugar de entregarse a lo que le dictaba su mente, seguía la llamada solícita de su corazón de escritor.
En primer lugar, es necesario indicar que esta nueva novela es difícil de clasificar dentro de un único género. Y éste es, para mí, el primero de los aciertos de Carlos Aurensanz. La base de la novela se sostiene sobre un oscuro lecho de asesinatos en cadena que se producen en una pequeña ciudad del sur de Navarra.
Carlos separa la acción en dos mitades temporales, con protagonistas diferentes en cada una de las partes pero interconectados a través de unos personajes secundarios imprescindibles.
La primera parte transcurre en 1.949.  En paralelo a una sucesión de muertos que van apareciendo en distintos lugares  de la ciudad, y de la mano del doctor Vega y su entorno profesional y personal, descubrimos Puente Real, sus vecinos y tradiciones, sus costumbres y la vida diaria de una sociedad que trata de mirar al futuro sin poder obviar su pasado más tenebroso y reciente. Es un relato de suspense bien hilvanado, de marcado carácter negro, alojando en la trama distintos personajes vitales en el entramado social de la urbe, algunos de los cuales acabarán siendo asesinados de un modo macabro sin motivo aparente. La urgente necesidad de encontrar al asesino y el legítimo acoso de una prensa que comienza a investigar los hechos que padece una sociedad que justificó una guerra en pos de encontrar la protección de un brazo levantisco y ejecutor, ponen en jaque a los encargados de investigar el caso y darán buena muestra de hasta dónde es capaz de llegar el Movimiento para mantener a buen recaudo a su rebaño.
La segunda parte acontece en 1.936, desde los meses previos al estallido de la Guerra Civil hasta bien entrada la fraticida contienda. Protagonizado por Salvador y Teresa, un impresor y una maestra de escuela, el lector asiste a la evolución de unos acontecimientos aciagos, marcados por la sinrazón y las posiciones enconadas entre los partidarios de la República, mejorable pero legítima, y quienes buscan legitimar la tradición mediante el uso de la fuerza. En ella, Carlos Aurensanz se mueve en un terreno mucho más conocido, pues el oficio como escritor de novela histórica le hace transmitir la convulsión de aquellos meses con una facilidad que roza lo innato, contribuyendo con ello a avanzar con fluidez en un relato que no se despega del destino incierto de los dos protagonistas.
En esta novela el autor tudelano logra unos personajes cargados de matices, repletos de claroscuros que les da veracidad, pues no hay literatura más irreal que la que define héroes o villanos perfectos. Todos tenemos un pasado, algo que a buen seguro cambiaríamos si pudiésemos revivirlo, y ésto humaniza a los personajes de la novela, aún a riesgo de acabar sintiendo lástima, orgullo o desprecio por todos ellos. Nunca se sabe si quien creemos héroe fue algún día villano...
Y como un personaje más de la novela (si no el principal) se erige la Puerta Pintada, la Puerta del Juicio de la Catedral de Puente Real, en cuyas dovelas (cada una de las piedras que conforman los dintintos arcos que rematan la puerta) se exhiben difentes escenas o destinos que les espera a los hombres el día del Juicio Final, en el que el Todopoderoso premiará con el Cielo o castigará con el Infierno, según los hechos realizados en vida, a la Humanidad.
Con dichas dovelas, con la propia Puerta del Juicio, dotándola de una importancia clave en el desarrollo de la novela, conforma un humilde y enorme homenaje que Carlos Aurensanz, hijo de la propia ciudad, le hace a Puente Real (en realidad, Tudela de Navarra).
La Puerta Pintada es la gran novela de Tudela, que la sitúa a la altura de otras ciudades españolas a nivel literario, mostrando el enorme potencial de patrimonio que alberga el vetusto corazón de la capital de La Ribera. El año que viene pienso acudir a la oficina de Turismo de Tudela, pues no me cabe duda que con un poco de habilidad del consistorio y la propia potencia de la novela, verán acrecentada la cifra de visitantes interesados por conocer la ciudad, la Plaza de los Fueros, la Casa del Reloj, la Catedral, la torre del campanario y, por su puesto, La puerta pintada, universal y eterna.
Con esta novela Carlos Aurensanz demuestra su capacidad para escapar de los encasillamientos y reivindica su libertad literaria para demostrar que es mucho más que un escritor de género y que su trayectoria será tan extensa como distintos tipos de historias quepan en su cabeza.





LA PUERTA PINTADA
Carlos Aurensanz

Ediciones B
Colección La Trama

ISBN: 978-84-666-5611-5






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Una reseña de Santiago Navascués



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