miércoles, 11 de marzo de 2015

EN UN LUGAR DEL QUIJOTE de Ron Lalá







No es la primera vez que este Gato Trotero asiste a esta función, ni la primera en que ve una representación de este simpar grupo dios nos cría y nosotros nos juntamos pero si es la primera vez en que Yo personalmente los he visto y me he propuesto plasmar mis sensaciones tras compartir con ellos una tarde en el Talía. Me gusta esta frase como título, Una tarde en el Talía con Ron Lalá. Titulado está este artículo pues.

¡Malandrines que tarde me hicisteis pasar! y es que si, no puedo evitarlo, ni yo ni nadie que asiste a una puesta en escena de estos chicos. Que nos “simbiotizamos” sin remisión, y es que desde que les conocí hace unos días, no dejo de dirigirme a todo el mundo como “vuesas mercedes”, eso sin contar que obligo a todas mis amistades a llamarme Dulcinea de la Juncosa, que es mi manchego pueblo, pues ancha es Castilla- La Mancha y no solo del Toboso viven las mozas con aspiraciones a damisela en apuros.
Mi pareja y compañero de Trotes no se cansaba de repetir lo buenos que eran estos Ronlaleros, lo mucho que se disfrutaba en sus obras, en especial en esta tan Quijotescamente peculiar, y bla bla bla bla. Y no se le ocurre otra cosa que regalarme para nuestro aniversario unas entradas para ver la representación aquí en Valencia, mi otra oriunda mitad, que es lo bueno que tiene ser valenciano-manchega, pues se disfruta de doble nacionalidad para tirar hacia la parte que más te interese dado el caso. Yo esperaba algo con al menos un diamante, pero en fin, si son tan buenos como dice…(y aquí puse cara de jooooo, yo quería un diamante). Pero como soy una mujer sin prejuicios, bueno, casi sin ninguno, bueno, unos pocos, vale, muchos, pues me senté a verlas venir pero ante todo y eso sí, disfrutar de la representación y no pensar más en la supuesta piedra preciosa, bueno, casi no pensar, vale, pensar un poco, bueno, pensar todo el rato.
Lo primero que me encuentro es un extraño escenario repleto de libros gigantes, papeles tirados por todas partes, instrumentos musicales y un ventilador; pero no un ventilador del siglo XVII, sobre todo porque no existían, o tirabas de abanico o de molino ¡Eso es, molinos de viento! y sonreí, pues de pequeña jugaba a moler grano de cebada fingiendo que el ventilador de mi abuela era un molino de viento. Que listillos estos mozos. Viento que desperdiga las palabras por el cielo, ruedas que muelen granos para convertirlos en harina, de igual manera que la intransigencia, las obsoletas normas y el qué dirán, muelen los sueños para convertirlos en polvo ¡Gigantes que pisotean y menoscaban las ilusiones! Molinos de viento, de polvo, de humo, de briznas, de cenizas, de pavisas…

Y entonces, ante nosotros, aparece el mismísimo Cervantes, Capitán al frente de su batallón de personajes  y su lugarteniente el señor Quijano, hombre de confianza del Oficial de papel y pluma, prolongación de sí mismo, ”Sí Mismo “ a través del espejo, Uno y Otro cuando el Otro es Uno; Miguel, el hacedor de historias, Don  Miguel, el creador de la Gran Historia, Quijote, desfacedor de entuertos, Don Alonso, el polvo que queda en el aire cuando  un molino ha triturado el corazón del grano del Caballero de la Triste Figura.
 Don Miguel de Quijote, alma, corazón y mente, Caballero andante y escribiente.
Siempre me ha costado mucho diferenciar a uno de otro, ya desde esas obligadas lecturas de instituto, a pesar de la insistencia de mis profesores de que me ciñera al tema y no viera cosas dónde no las había ¿Gigantes por molinos? preguntaba ¡Ceros por pesada! me contestaban; pero me costaba tanto imaginar que un autor, un padre, no sintiera amor por su hijo ¿Cómo iba a permitir Cervantes que todo el mundo se riera de ese loco larguirucho y enjuto, así  sin más? ¿Quién echaría a los leones a su criatura para que fuera devorado sin remisión? No, ni lo concebía entonces ni lo concibo hoy. Y entonces, en ese escenario, con un Miguel más humano que nunca y menos escritor que de costumbre, lo vi claro. Ama tanto a su primogénito, heredero de sí mismo, que no duda en enviar en su busca al resto de su estirpe literaria para hacerle entrar en razón muy a pesar del díscolo hijo mayor que tan solo quiere vivir una vida que la propia Vida le niega.
Aciagos tiempos en los que el Hombre no es más que un títere en manos de otros hombres y el devenir de los días, una sucesión de actos programados por los autoproclamados Dioses en la tierra.

La representación iba avanzando, el Quijote pasaba sus páginas, el público estaba dentro de la obra y Yo, una manchega fuera de su lugar, me adentraba en los ojos de cada uno de los actores pensando que no lo eran, pues tan grande era lo que sentía al verlos declamar y actuar que en verdad pensé que en Un lugar del Quijote, había sitio hasta para mí.

No podía haber habido mejor Don Miguel, que un Cervantino Juan Cañas ¡amén del más que nunca quijotesco Don Alonso, que decían se llamaba en verdad Íñigo Echevarría, pues nadie diría que son dos distintos cuando yo solo veía uno! Daniel Rovalher no disimuló en ningún momento su verdadero Yo, ese Panza de nombre Sancho que de no haber existido, él le había dado vida con su cuerpo y pensamiento con su mente; El Caballero de la Blanca Luna y otros personajes que van todos a una, encarnados magistralmente por Álvaro Tato ¿Quién dijo que no puede un actor ser tantos personajes como quiera y no volverse loco en el intento? es fácil, un buen actor, por supuesto.  Me van a permitir una mención especial a Miguel Magdalena, el que además de una lección magistral de buen hacer en las tablas, entre otras cosas, nos enseñó a los allí presentes, que bailar y a los nacionalismos importancia restar, todo es empezar. Yayo Cáceres,  el auténtico Cervantes de este peculiar Quijote ¡Bravo maestro!

Despliegue de música, letras, talento, diversión, reflexión, nostalgia y…mucho RON ¡oh Lalá! Espero veros pronto chicos, ahora que ya sé que tengo un hueco en ese Lugar del Quijote.

¿Quién necesita ahora un pedrusco en su anillo, pudiendo llevar cinco Diamantes y un Záfiro en su corazón?




EN UN LUGAR DEL QUIJOTE
Ron Lalá

Yayo Cáceres
Juan Cañas
Íñigo Echevarría
Miguel Magdalena
Daniel Rovalher
Álvaro Tato








Un Sentir de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS





4 comentarios:

  1. ¡Que bueno! Que bonita reseña o sentimiento o como quieras llamarlo. Les he visto actuar y son increíbles. Muero por verles de nuevo en un escenario!

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    1. ¡Oh si, Libi! Son buenísimos. Mi compañero me hablaba continuamente de ellos y su buen hacer, pero no fue hasta que los vi personalmente actuar cuando todas esas palabras cobraron sentido.

      Con ellos el Teatro se convierte en un mundo mágico.
      No se si has tenido la oportunidad de verles en Almagro, un marco incomparable y a la medida de En un lugar del Quijote.

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  2. Creí que ya había comentado en su momento. ¡Me encanta! lo cuentas de una manera...espero que el diamante llegara también.
    Besis

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    1. No hay diamante que supere lo que una gran obra de teatro te transmite y lo que sus actores te hacen sentir.
      Para diamantes, los que había sobre el escenario. Sin olvidar al genio detrás de la obra, Yayo.

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