jueves, 22 de enero de 2015

GATROTERANDO POR LA CIUDAD de Yolanda T. Villar







Si algo le gusta a un Trotero es justamente eso, Trotar. Y hoy lo he hecho a base de bien, trotes por doquier y charlas a tutiplén.  Lo mejor de patear la ciudad, es que sin saber dónde ni en qué  momento, aparecerá una persona que se cruzará en tu camino y cambiará tu día; vale que no siempre esto es positivo, pues son tantas las gentes con las que encontrarse, como reacciones tendrán cuando sus pasos y los tuyos, converjan.
Pero hoy he tenido mucha suerte, por no decir que el Destino o los Hados han sido favorables, que es en realidad lo que más me convence de todo esto, y si no se trata de convencimiento, llamémosle creencia, pero es lo que me gusta pensar. No sé si es innato o genético, o algo aprendido, pero siempre me gusta acompañar un cruce de caminos o de miradas, con una sonrisa; no puedo evitarlo, si alguien se aproxima a mí y su mirada se encuentra con la mía, Yo, sonrío.  Y hoy no iba a ser menos. El día era algo frío pero soleado, festivo en mi ciudad, la calle llena de gente, de música, de barullo, de niños riendo, de perros ladrándose los unos a los otros, voces de diferentes tonos y volúmenes se mezclaban unas con otras…y a mí, la sensación de Vida, me atrapa por completo, por encima del ruido, de las molestias y otras incomodidades. Para mí la gente es vida, la Vida es la gente.









Y así me muevo por mi ciudad, con una sonrisa, un paso no demasiado rápido para poder disfrutar de lo que me rodea y no tan lento como para entorpecer el paso de los demás. Un paseo por la ciudad. Pronto he encontrado a una de esas personas que el Destino tenía preparada para mí en este día, y antes de que yo sonriera, Él ya lo había  hecho por mí. Un hombre de preciosa sonrisa y modales exquisitos se ha acercado  a nosotras pues hoy no trotaba en soledad tan solo nos ha pedido un poco de nuestro tiempo, y bien podría haberme excusado y seguir mi camino y no perder tiempo con todo lo que hoy queríamos hacer; pero algo ha hecho que correspondiera a esa amabilidad y voz suave, y me he parado a escuchar lo que el joven quería contarme. No sé cómo, pero ha bastado una palabra, CUENCA, para que en cuestión de minutos nos hayamos puesto a charlar como si fuéramos amigos desde hace tiempo, y es que ha sido sorprendente lo que dos personas aparentemente tan distintas, tenían en común. Sorprendente y gratificante.

No solo he conocido el magnífico trabajo de Aldeas Infantiles en nuestro país, en concreto esa pequeña provincia española que parece que tan solo existe cuando alguien quiere poner alguien mirando hacia ella, o cuando se quiere tomar de ejemplo de comarca Rural con rurales habitantes…yo hace mucho que se que eso no es así, pero saber la labor que Aldeas Infantiles realiza en Cuenca, primera ciudad dónde pusieron un “cuartel General” me enorgullece. Y sin darnos cuenta, ya estábamos haciendo planes y hablando de nosotros.
Y así he conocido a Augusto Juan, Gus, hombre solidario donde los haya y un escritor en ciernes que al igual que muchos de nosotros, intentando abrirse paso en este difícil mundo literario.  Y los hados han hecho el resto. Planes, un proyecto en común y muchas ganas de sacarlo ya adelante.


Y en plena calle. Así es la gente. Así es la buena gente.





(Augusto Juan, Aldeas Infantiles)





Nos despedimos y quedamos para charlar con calma al día siguiente. El  Destino ha hecho que nos volviéramos a encontrar un poco después y recordáramos que teníamos una cita y un proyecto. Y no había terminado de despedirme de mi nuevo amigo, cuando un chico rubio, de ojos claros que escribía palabras en un cartón,  en un idioma desconocido, y que jugaba con un cachorro de perro de raza tan desconocida como su idioma, me mira y me sonríe. De nuevo, se me han adelantado. No puedo evitar fijarme en sus ojos claros, en su juventud y en esas palabras que escribía en aquel cartón viejo. Y por supuesto, en ese precioso cachorro que parecía estar loco de remate, puro nervio, pura vida. Y me he parado a preguntarle que escribía.

Se que se llama Peve , que es de Budapest y que escribe “Poemisas”, y me gusta tanto la palabra, mitad poemas mitad poesías, que sonrío y me parece absurdo corregirle. Me gustan las poemisas. Y tímido me sonríe mientras baja la mirada al preguntarle si puedo hacerles una foto a él y a su perrita, Halalah, nombre que tiene que deletrearme porque soy incapaz de escribir correctamente. Mi nombre le hace gracia, me dice que suena a país sin ser el país. Me gusta este Peve.

Claro, tus ojos pueden hacerme foto claro me dice.





(Peve "Pepe" y Halalah)



Y le digo adiós mientras me mira y sonríe y hace que su perra nos diga adiós con la patita. Me encanta la gente. Me encanta esta gente. Si.



Y topo contra una chica vestida de blanco, inmóvil, cual estatua de mármol. Solo que al acercarnos descubro que sus ojos claros y el brillo que sale de ellos, es muy humano, nada marmóreo, y sonrío. Me gustaría saber si puedo fotografiarla, pero se que ella no puede hablar, no debe hacerlo. La miro suplicante y ella desvía la mirada hacia un cartón con monedas ¡Claro, que tonta! echo una moneda y la estatua se mueve y me dice con la cabeza y un delicioso silbido que está lista para mi foto.  Le doy las gracias, le digo adiós y le sonrío y sin necesidad de moneda, me sonríe y me sigue con la mirada. 




(Chica estuatua de la Calle Colón)


El paseo continua, mi  hermana y yo seguimos trotando y encontrándonos con gente que responde a nuestra sonrisa y se para a hablarnos de mil cosas. Un refugio de animales, una dirección, un restaurante que parece haberse esfumado de la calle Colón…y nos topamos con un nuevo personajillo la mar de curioso. Max es su nombre. Pelirrojo su pelo. Y no sé si es por afinidad o porque me confunde con uno de su clan, el caso es que Max, hace todo lo posible por llamar mi atención y conseguir que me pare junto a él; no es difícil porque por el dichos Max, americano de nacimiento y de origen escocés me ha enamorado desde que sus ojos y los míos se han cruzado. Me besa, yo le acaricio y Max quiere venirse conmigo. Vale, yo quiero que se venga, no hay problema. Pero otra pelirroja que ve peligrar el amor de Max, sale rauda y veloz de una  cafetería y sin dejar de sonreírme acaricia a su amorcito, dejando claro que el pelirrojo, tiene dueña.



(Max, el pelirrojo de Oklahoma)


Vaya, no me extraña, es todo un conquistador y bien guapo. Sé cuando me han ganado la batalla, así que me despido de ambos y de un altísimo pelirrojo de gran bigote que ríe al ver que su amigo ha conseguido que dos mujeres, y pelirrojas ambas, peleen por él.

Yo me casaré contigo si quieres me dice mientras se ríe.

Casarme ya son palabras  mayores, así que me voy sonriendo pero soltera de nuevo. Me gusta dejarme llevar, pero nunca arrastrar. Ea.

El paseo ha sido fabuloso, la comida estupenda, la compañía inmejorable y los regalos que los favorables hados me han ido haciendo a lo largo del día, maravillosos. Llega la hora de ir a casa. Pero entonces, una música que lo inunda toda y que te atrapa sin remisión, se entromete en nuestro camino y hace que una vez más a lo largo del día, nos paremos y disfrutemos de la compañía ajena. Un grupo de músicos de Jazz, tan callejeros como Gatroteros, y tan geniales como el mejor de los artistas, toca una pieza musical que me obliga a bailar y seguir el ritmo con palmadas. Esta vez la sonrisa se transforma en risas. Risas de los músicos al vernos disfrutar tanto, risas nuestras de tanto disfrutar sin vernos las pintas que tenemos al bailar al son de la música, risas de la gente que pasa por allí y que no duda en pararse y acompañarnos con las palmas. Una niña decida bailar también.
No podíamos acabar de mejor manera el día. Música, baile y risas. Esto es Vida.





(Jazzmen, Plaza del Ayuntamiento)





Ya es de noche, hace frío de veras. Volvemos a casa con una sensación maravillosa en el cuerpo. Es la gente. Ha sido la buena gente. Ha sido la Vida.



Hoy he encontrado en el mundo por fin
Gente maravillosa,
Se que juntos podréis despertar
Mi sonrisa dormida,
Fantasía será para todos
Mi nombre de guerra,
Búscame donde sabes
Que estoy cada noche escondida…







Una “Trotehistoria” de Yolanda T. Villar


©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

4 comentarios:

  1. Ha sido un dia fabuloso y a pesar de que a mi la gente no me gusta tanto como a ti, la que hemos conocido me ha encantado, sera porque eran tan estramboticos como nosotras.

    Anna Toledo

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    1. Ha sido un día estupendo y no solo
      hemos conocido gente estupenda, es que ningún imbécil, nos lo ha fastidiado....

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  2. Que bonito lo cuentas, la verdad. A mi me cuesta fijarme en la gente con la que me cruzo, y mucho más el pararme a conocerles. Admiro lo que haces, yo no podría. Y me alegro de que tú si puedas, pues ver la ciudad y la gente desde tu perspectiva es maravilloso.

    un abrazo

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  3. ¡Cómo siempre, me encanta como nos cuentas las cosas! sería estupendo trotar por la ciudad contigo.
    Besis

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