jueves, 16 de octubre de 2014

DOS SIMPARES VIAJEROS Y UN GATO TROTERO CONTINUAN SUS ANDANZAS POR TIERRAS VALENCIANAS: MUSEO DE HISTORIA




“…–La esperanza que tengo en vuestro propio deleite me obliga a serviros, aunque conozca que pasa los límites la magnitud de mi culpa, pero aumenta en mí el uso de razón, sabiendo que sois merecedor de tal premio. Y para que conozcáis mi benevolencia y cuán grande es el deseo que tengo de serviros y honrar vuestra señoría, y a la hora en que el emperador esté cenando, hágase el encontradizo vuestra merced, dejando aparte los fuertes pensamientos, que yo os prometo meteros en el camerino de mi señora y en la descansada noche veréis cómo llegan los solaces a las personas enamoradas, cuando combatiendo con doble poder la tenebrosa solicitud, aumentará vuestro deleite…”
Santiago no dejaba de repetirme cómo era posible que, viviendo tan cerca del Museo de Historia de Valencia, no me hubiera acercado a visitarlo todavía ¡Inconcebible!, repetía; dejando aparte el lado melodramático de mi compañero, tengo que reconocer que llevaba queriendo visitarlo, mucho, mucho tiempo, pero era precisamente esa cercanía, la razón por la cual todavía no lo había visitado. Si, no es una paradoja. Pensé que teniéndolo a solo unos metros de casa no había prisa en hacerlo, fuera como fuera, en cualquier momento lo haría.

Pero Santiago tenía razón, era inconcebible no haberlo hecho todavía. Así que no nos lo pensamos dos veces. Había llegado ese momento. Y reconozco que ambos estábamos nerviosos, con los nervios típicos de los estudiantes que van de excursión tras mucho tiempo estando planeándolo; Santiago deseaba conocer de primera mano la historia de esta ciudad natal mía, porque conocerla era conocerme más a mí, según él, yo sinceramente pensaba que como mucho podríamos remontarnos a los setenta, para realizar ese conocimiento, pues antes de esa fecha, no creo que tuviera nada que ver conmigo la historia de la ciudad. Pero me hallaba también algo inquieta por visitarlo, tenía tanto con lo que reencontrarme y tanto que descubrir, pues reconozco que en mis tiempos de estudiante no presté demasiado atención a la historia de Valencia, ni a la historia de nada, no sé porqué, pero en los años en los que más despiertos estamos y mejor podemos conservar los conocimientos adquiridos, menos nos interesa todo lo que suene a estudio. Una pena.


Años después, en años de universidad, todo me parecía poco, las lecciones y el tiempo empleado en ellas. Quería saber más y más y más, y entonces sucedía que no había ni tanto tiempo, ni tantas lecciones sobre historia. Eso se supone aprendido en años anteriores, ahora, entonces, tocaba aprender nuevas cosas. Que fastidio.
Crucé como una flecha la Avenida del Cid, raro en mí pues soy bien conocida por mi parsimonia en mi caminar y mi contemplación de toda mosca que pase volando por mi lado; pero si, entonces no me entretuve con nada y rauda y veloz pasé de la Avenida a enfilarme hacia el Parque de la Capçalera, y seguida por mi simpar compañero de trotes, llegué hasta Mislata, donde tiempo atrás, mucho tiempo atrás, se encontraba el Primer depósito de Aguas de Valencia, hoy, el flamante Museo de Historia. Cuando Santiago me preguntó el porqué del agua que caía permanentemente por la pared de piedra del museo, no lo dudé dos veces, sin duda alguna era un guiño a ese pasado del lugar, agua hubo, agua se retuvo. Y lo bonito y original que queda, que esa es otra.




Observábamos la fachada con sus tres enormes puertas de hierro, desde la acera de enfrente, para que la lejanía justa nos mostrara el edificio en todo su esplendor, como se han de ver las grandes obras de arte. Entonces alguien se nos acercó y tras unos segundos de silencio, nos dijo:

−Disculpad ando algo perdido ¿Queda mucho para llegar a la Insigne Bizancio?

− ¿Bizancio? –pregunté yo algo extrañada− no me suena que esté por aquí ¿Calle, plaza? no sé, debe estar por la Ciutat Vella, en esta zona no caigo yo que…

Y ahí acabó mi explicación, que debía ser muy aburrida y algo liosa, pues el viandante perdido me dio las gracias antes de acabar y marchó sin mirar siquiera al cruzar la carretera. Hay gente rarísima. Aunque su peinado de sota de bastos y su vestimenta, me decían que de nuevo algo extraño estaba a punto de sucedernos; Santiago también lo presintió y suspiró mientras cargaba con sus trastos fotográficos y nos dirigíamos a la entrada del Museo.

Lo cierto es que el Museo impone desde la misma entrada. Su cuidada decoración, su perfecta armonía arquitectónica entre lo moderno y lo clásico, entre las últimas novedades y lo autóctono, es realmente una mezcolanza singular y perfecta entre ayer u “ayeres” y hoy. La luz que nos recibió en su interior invitaba a reflexionar y a tomarse la visita con calma, como si fuera un atardecer mediterráneo y camináramos entre las estrechas calles del casco antiguo de la ciudad. Realmente era eso lo que apetecía, pasear por “las calles del museo”.

Cuando empezamos nuestro recorrido por la Valentia Romana, como estaba mandado, pues empezar casas por tejados es complicado, esa misma luz de la que hablaba y esas “calles” por las que se desarrollaba la exposición, aunque más bien parecía desarrollarse la Vida de entonces, cumplían a la perfección su papel de “túnel del tiempo”. 

 

Fundada en el año 138 a.c, la ciudad romana de Valentia fue el comienzo del desarrollo económico, social, cultural, político y cosmopolita de esta ciudad que desde entonces hasta nuestros días, ha bebido y se ha embebido de las culturas y gentes que han pasado por ella; y esta riqueza mestiza la que dota a la ciudad de Historia con mayúsculas, pues no hay mayor tesoro que el que surge de la unión de diferentes pueblos y orígenes. Se fijan estos troteros en sus piezas de gran belleza, como un ungüentario, diversas ánforas, monedas, mosaicos, joyas, lucernas pero lo que más nos llama sin duda la atención es una inscripción sobre piedra calcárea en honor de los Attis, que traducido reza:

“Lucio Antonio Crescento, hijo de Lucio, de la Tribu Galeria, edil, duunviro y flamen. A este, a título póstumo le fue otorgada por el pleno de la corporación de los Valentinos la alabanza pública, el lugar de la sepultura los gastos fúnebres y la estátua, por decreto de los decuriones de los veteranos.
A Lucio Antonio Crescento, hijo de Lucio, de la tribu Galeria. Julia Máxima, hija de Cayo, su madre.”

Pero lo que más gusta a estos troteros y simpares viajeros, es la manera en la que los responsables de museo y exposición nos hacen llegar la vida de la época ¡En imágenes teatralizadas del día a día de entonces! bueno, y con lo que gustan estos caminantes de un buen teatro, que decir que gozamos y disfrutamos como puercos en el barro.

Se nos muestra la casa del patricio Lucius Antonius Niger, junto a la Vía Augusta. Se hallan preparando un banquete para celebrar el matrimonio setabense de Marco y Clodia. Domitia, la dueña de la casa, repasa la comida que se servirá en el ágape y habla con su marido sobre los detalles de la carrera política de su hijo, así como la importancia de la educación y el matrimonio de su hija. Estaba claro que la mujer romana participaba más de la vida social y política de lo que tal vez siempre se ha creído, relegando a la mujer romana al hogar y el cuidado de su marido e hijos exclusivamente. Durante la cena, los invitados charlan animosamente sobre la Valentia Imperial, su grandeza y la importancia en el desarrollo de la misma, de la política y la religión. 


“…–Doncella, todo mi temor es de vergüenza por el extremado bien que quiero para mi señora.
Mejor quisiera volverme que seguir adelante, cuando pienso que la majestad suya no tiene ningún
conocimiento de todo esto, y no es menos cierto, cuando verá tal novedad, que va a asustarse toda, y
yo antes prefiero la muerte a la vida que hacer una ofensa a su majestad. Alcanzarla quisiera, mejor
con amor que con dolor, y cuando veo que con tan gran desorden de la grandeza de mi bondad, con
ilícitas prácticas la he de conquistar, mi voluntad no está de acuerdo con la vuestra…” 



Poco a poco, la Valentia romana va perdiendo el poder y su apogeo comienza a decaer para dar paso a una nueva ciudad que viene pisando fuerte y la cual empieza a mirar más allá del Mediterráneo. Surge la Valencia Visigoda.
En la Villa de Teudunirus, cercana a Valentia, ha llegado el momento de cosechar y vendimiar para intentar asegurarse alimento y vino para el invierno; el año ha sido bastante bueno a pesar de las muchas plagas que asolaron la región, y es que son tiempos difíciles para la ciudad. Con el hundimiento de la administración Imperial, el vacío de poder ha obligado a los ciudadanos en su gran mayoría a buscar refugio y sustento en el campo, bajo la protección de un Dominus, Señor. El ascenso de la clase eclesiástica no ayuda tampoco mucho al hambriento pueblo.

Cuando nos dirigíamos por nuestros particulares túneles del tiempo, desde la Valencia Visigoda a Balansiya, la Valencia musulmana, vimos salir de aquel mismo pasillo al extraño turista que nos preguntaba impaciente por Bizancio, calle, plaza o vaya usted a saber qué. No parecía buscar nada en concreto y buscar por todas partes, pues iba y venía de un lado para otro, mirándolo todo mil veces.
Pero como todo lo que empieza tiene su fin, la Valencia visigoda tampoco iba a ser eterna, así que de Valencia pasó a ser ciudad musulmana en el 711, Balansiya, quedando tras la batalla con el Cid Campeador en manos cristianas, máxime cuando la ciudad fue al fin conquistada por Jaume I.

Al caer la noche en el arrabal de Roteros, un pequeño grupo de soldados del Cid Campeador hacen su ronda tras el toque de queda impuesto a la ciudad; hace ya tres años que fue tomada, pero debido a las razzias y saqueos, los ánimos y las fuerzas flaquean ya en demasía. La población de Balansiya fue expulsada de la medina y su cadí Ibn Yahhaf, quemado vivo para escarmiento del populacho.
Es ya demasiado para un pueblo que ha sido ultrajado y humillado a manos de ejércitos castellanos que les chupan la sangre a base de desmesurados tributos. Queda una esperanza, pero esto parece tan lejana…la liberación almorávide.
Pero a pesar de todo, la vida continua y en los patios árabes la vida se inicia con una oración al alba. Así es en casa del perfumista Ahmad, por ejemplo, junto a la puerta del al-Warraq; en breve se casará Fátima, la hija, y el ambiente entre las mujeres de la casa es alegre y festivo, conversan sobre los rituales ancestrales, el linaje familiar y las tradiciones. La noche en el patio queda reservada para Ahmad y sus amigos, los cuales se reúnen en torno al laúd y la poesía, en un intento de olvidar el asedio amenazante de los ejércitos cristianos. 



Era maravilloso, hipnótico, el viaje que estábamos realizando a través de tan peculiar túnel del tiempo, poder ver, sentir, incluso casi palpar la historia de mi ciudad. Poder saltar de época con tan solo avanzar por los pasillos del museo, era mucho más de lo que estos simpares viajeros podían haber pedido antes de comenzar tan singular viaje, realmente llegamos a sentirnos parte de esas escenas y de esos tiempos, casi, como haber estado allí.

Continuamos el paseo por la historia adentrándonos en la Edad Media, una de las épocas que más han gustado siempre a esta que les cuenta, pues a pesar de la dureza de los tiempos, la parte de leyendas, magia, brujas, hechiceros que acompañan a esta época de nuestra Historia, siempre me ha atraído como miel a las moscas. Esa Historia Novelesca, o más bien, historia dada a la novela, me ha apasionado desde bien niña, así que adentrarme en este momento histórico, hizo que se acelerara mi corazón.
Me sorprendió ver de nuevo al personaje con peinado de sota de bastos, pero cuando me acerqué a él, no solo su vestimenta, sino su porte, me recordó más al Caballo de Espadas de la baraja española; si, mirándole a los ojos y observando sus movimientos, se asemejaba a todo un Caballero de los de cota de malla y espada. El muy canalla tenía una sonrisa muy picarona y una mirada realmente seductora ¡Huy, el de Bizancio iba a resultar todo un don Juan! Claro que, Santiago pensaba que una vez más, construía castillos en el aire con tan solo observar a una persona…quien sabe.

Tras la conquista del rey Jaime I, Valencia inició una nueva etapa. La ciudad constituyó el núcleo fundador del nuevo Reino de Valencia. Durante el Trescientos, Valencia padeció graves contratiempos como revueltas, la peste negra y diferentes guerras que desequilibraron la vida cotidiana de la ciudad, pero superó el bache gracias a la dinámica económica ascendente. Por ello, el siglo XV fue un Siglo de Oro para la ciudad. Sin embargo, este esplendor se rompió a principios del Quinientos, a causa de las dificultades financieras y la crisis del sistema gremial. 



En un obrador textil, en la pobla del Bisbe, los Tovià, una saga familiar de artesanos –bruneters–, viven durante todo el siglo XIV los conflictos de una ciudad en continuo crecimiento. Desde la conquista, la llegada masiva de colonos del norte ha generado una sociedad fluida pero inestable, que se debate entre la intolerancia religiosa y la convivencia plural. Una sociedad construida en torno a la religión y los oficios.
La recién construida Lonja de mercaderes abre sus puertas a los tratos y contratos de la que es una de las principales plazas comerciales del Mediterráneo. Miquel Tovià, descendiente de una saga de artesanos textiles que se remonta a la conquista, es ya un importante mercader, forma parte del Consell municipal y aspira a ennoblecer su familia por vía matrimonial. La ciudad vive una etapa de esplendor artístico y cultural, en parte fomentada por sus buenas relaciones con Italia, ahora que un valenciano, Roderic de Borja, ocupa la sede papal con el nombre de Alejandro VI.
Es realmente un tesoro, lo que alberga el museo especialmente de esta época. Exvotos, escudillas, gárgolas, ménsula, sellos, tablas, incluso una de las letras de cambio firmada por el mismísimo Pere Anglés fechada en 1431. Y en ello estaba cuando el personaje caballeresco exclamó junto a mi hombro,


−¡Oh que tiempos de aventuras y batallas! ¡De amores, amoríos y escarceos! ¡Cuan grandes eran las distancias a recorrer y que deseos de conquista al llegar al fin del camino! Un caballo, un arma y una dama a quien besar ¿Quién podría pedir más? ¿No lo creéis vos así?

La verdad es que no supe que contestar, no reparé mucho en lo que me dijo el supuesto caballero, más bien me quedé prendada en su forma de decirlo. Así que sonreí tímidamente y bajé la cabeza para no encontrarme de nuevo con sus seductores ojos, por un momento me sentí una Dama cortejada. Y fue tan extraño…




−Que larga fue la marcha desde Inglaterra a Francia, Sicilia y Rodas –continuó diciendo el anónimo caballero, aunque esta vez no parecía decírselo a nadie en concreto, más bien, le hablaba a su corazón− no creo que Guillem de Varoic supiese lo lejos que este aprendiz llegaría en sus andanzas…


“…Por Dios y por favor os pido, virtuosa doncella, que queráis que nos volvamos, pues yo decido antes perder la cosa que más he amado y lo que tanto he deseado, que hacer nada que pueda agraviarla. Todavía me parece gran cargo que, antes, equivocadamente hasta aquí haya venido, que por tal delito yo mismo debería
hacerme homicida de mi persona. Y no penséis, doncella, que yo lo deje sólo por temor, sino por el extremo amor que por su alteza siento. Y cuando ella sepa que yo he estado tan cerca, y que por amor me he abstenido de enojarla, en mayor cuenta lo tomará por infinito amor…”

Y quedó perdido en sus pensamientos. Cómo no está bien molestar al que anda sumergido en sí mismo, Santiago y yo seguimos nuestro caminar por la Historia, dejando la Edad Media para poner un pie en la Modernidad, desde Germanías a la Nueva Planta.
La entrada en Valencia en época moderna estuvo marcada por la Germanía. Los agermanados se alzaron contra la nobleza y la jerarquía eclesiástica, llegando a controlar Valencia entre 1519 y 1520. El espíritu de la Contrarreforma arraigó con fuerza y el afán por la unidad religiosa culminó en 1609 con la orden de expulsión de los moriscos. La grave crisis económica del XVII y la peste
de 1647 provocaron numerosos motines, que se mezclaron a principios del XVII, con la Guerra de Sucesión.


Bajo los soportales de la plaza del mercado transcurre el siglo XVI valenciano, desde sus convulsos inicios, con la revuelta de las Germanías y su posterior represión, al esplendor de una corte virreinal que oscila entre la frivolidad cortesana y el fomento del Humanismo. La Inquisición, siempre vigilante ante cualquier heterodoxia, ha instaurado un ambiente represivo que ahoga la propagación de las nuevas ideas.
Ante un balcón de la calle Cavallers, en casa del librero Vicent Franco, se conversa y se viven los acontecimientos del mundo barroco valenciano, marcado por las graves consecuencias de la expulsión de los moriscos. La procesión del Corpus que discurre bajo el balcón es un buen ejemplo del ceremonial y la estética artificiosa que caracteriza este siglo de crisis. La religiosidad se vive de forma extrema y es causa de enfrentamientos y desordenes. Años después, en 1648, la más grave epidemia de peste se cierne sobre Valencia, dejando tras de sí muerte y miseria.








Aún quedaba mucho por ver y el tiempo iba pasando inexorable, así que mi simpar compañero y yo seguimos avanzando en nuestro recorrido histórico por la ciudad de Valencia, y con tan solo girar, nuestro viaje en el tiempo nos llevó hasta el Municipio Borbónico, A la muerte de Carlos II sin descendencia se produjo la Guerra de Sucesión que enfrentó a Felipe d’Anjou y al archiduque Carlos de Austria. (al que Valencia reconoció como rey en 1705). El 25 de abril de 1707, los austracistas fueron derrotados en la Batalla de Almansa y, poco después, el nuevo rey Felipe V, promulgó los decretos de Nueva Planta, que abolían los fueros del Reino de Valencia. El siglo XVIII, fue también el Siglo de las Luces, encontrando la Ilustración un eco ferviente en Valencia. En 1808 comenzó la Guerra de la Independencia contra Francia (Napoleón). Durante el conflicto se elaboró la constitución liberal de 1812 en Cádiz contando con representantes valencianos. En 1814 Fernando VII decretó en Valencia la vuelta al absolutismo, cosa que impulsó las revoluciones burguesas que jalonaron el siglo XIX.
Malos tiempos fueron estos…para los valencianos y nuestro Orgullo de Reino. Malos e injustos tiempos.
Seguimos adelante como Valencia lo hizo entonces, y nos encontramos dentro de la más absoluta, y ahora sí, Modernidad.
El Ochocientos es un siglo de transformaciones: Valencia se convierte en una ciudad burguesa e industrial. A mediados de siglo Valencia comienza el despegue industrial, posibilitado por las mejoras en las infraestructuras urbanas (puerto, carreteras…) La ciudad crece materialmente y en 1865 se derriban las murallas y se planifica el ensanche, introduciendo nuevas infraestructuras como el agua potable, el gas o la electricidad. La Exposición Regional de 1909 es el escaparate de los grandes adelantos de la época, pero, a la vez, se desarrolla en medio de un clima cada vez más deteriorado debido a las intensas luchas sociales que ponen de manifiesto la otra cara del progreso económico.





 
En el despacho de su fábrica de abanicos y bastones, los Colomina reflexionan sobre el clima político del momento y discuten estrategias frente a la creciente organización obrera. La familia hizo fortuna en Cuba, pero ha sabido diversificar sus inversiones en la industria y la exportación de la naranja. Necesitan entrar en política para asegurarse influencias a nivel comercial, mientras viven y saben disfrutar de las oportunidades de ocio que presenta la Valencia burguesa.


−Estos ya no son mis días, los míos lejos han quedado entre el fragor de mil batallas y las cálidas sábanas de mi Amada –dijo tras de mí el caballero desconocido− ¡Cuánto añoro su cama, su aroma, su tacto! ¡Y cuanto deseo volver a Constantinopla! hállome tan perdido y solo en estas tierras, ya desconocidas.

−Ya supongo que no se trata de una calle, ni una avenida –dije yo−vuestra mirada me dice que más lejos está ese objeto de deseo, u objetos, amada y lugar. ¿En qué puedo ayudaros? –y yo misma me sorprendí hablando de semejante manera a mi interlocutor. La magia del salto en el tiempo me había llevado a olvidar por un momento mi lenguaje habitual. Y fue tan agradable.

Pero no me contestó ni me dijo nada más, cabizbajo y algo emocionado encaminó sus pasos hacia adelante desapareciendo de mi vista en unos segundos. Quise seguirle, pero todavía quedaba Museo por ver e Historia por descubrir. Tuve que aguantar mi curiosidad y seguir mi caminar.
En términos históricos, el siglo XX comienza con la gran huelga general de 1917, que liquida el sistema bipartidista de la Restauración y abre paso a las ideologías. 

La IIª República introdujo importantes avances sociales, pero no consiguió superar el clima de creciente enfrentamiento. El orden político se rompe en 1936 con la sublevación del general Franco. Sin embargo, Valencia permaneció en el bando republicano hasta el final de la guerra. Los primeros años de la dictadura estuvieron marcados por la autarquía y el racionamiento; sin embargo, en los 60 se inició una etapa de desarrollo caracterizada por el crecimiento urbanístico y la llegada masiva de inmigración. La muerte de Franco en 1975, abrió el camino hacia la democracia. Una modernidad que debió llegar cuarenta años antes y que se vio truncada por el egoísmo y el odio entre hermanos.
A partir de 1975 se inició la transición democrática y, posteriormente, la transferencia de competencias a la Comunitat Valenciana, que ha permitido la recuperación de la lengua y cultura propias.

En las dos últimas décadas, Valencia ha llevado a término proyectos emblemáticos, como el Jardí del Túria, l'IVAM, el Palau de la Música o el de Congressos, el metro, o la Ciutat de les Ciències. Pero, juntamente a éstos, son las infraestructuras y los servicios los que convierten a Valencia en una urbe moderna, abierta a la multiculturalidad y con un papel cada vez más preponderante en el contexto mediterráneo y europeo.
Es extraño como se siente una persona tras vivir años, toda su vida prácticamente en un lugar, y conocer de verdad la historia de tu ciudad sin vaguedades ni inexactitudes, de primera mano, y descubrir que a tu alrededor nada es lo que parece y lo que parece ser, antes fue otra cosa. Todos fuimos algo antes de lo que somos ahora, otros lo fueron por nosotros, y es gracias a ese devenir de gentes, sucesos y tiempos los que nos dan el carácter y el temple que todos y cada uno de nosotros tenemos en la actualidad.
Conocer nuestra historia es amar quiénes somos y respetar a los que vinieron antes que nosotros, desconocerla, es estar condenados a vagar en el desconocimiento y la orfandad cultural y genética. 



Nos disponíamos Santiago y yo a salir del museo, aunque no pudimos evitar echar un vistazo rápido, si es que se puede mirar rápidamente el arte y la historia, a la sala en la cual se exponía una retrospectiva del Mercado Central de Valencia, cuando vimos a nuestro extraño caballero andar ensimismado entre los libros de la Biblioteca del Museo de Historia. Llevaba uno en particular entre sus manos, lo abrió con calma y emoción y dejó caer unas lágrimas embelleciendo más si cabía, sus hermosos ojos y su dulce rostro.
Me acerqué a él, puse mi mano en su hombro. Él giró levemente la cabeza y toco mi mano con la suya. Un suspiro, no sé bien si suyo o mío, me devolvió al lugar en el que me encontraba, pues durante unos segundos, creí estar muy lejos de allí, entre brumas del Mediterráneo y aromas de té y especias. El caballero depositó el libro entre mis manos, rozándolas suavemente, lanzó un beso y por despedida solo dijo:

−Solo quería leer las palabras de mi “padre”, Joanot, el me creó y los que las leyeron, esas palabras, me dieron la vida. El tiempo me hizo inmortal. Pero solo deseo volver a mi querida Bizancio junto a mi amada Carmesina. Solo el amor logra mantenerme vivo más allá de la vida.

Si. El Amor, como la Historia, nos mantienen vivos más allá de la vida. Mi Caballero Blanco tenía el secreto de la eterna juventud.
Y marchamos del Museo sin mirar atrás, no había porqué, la Historia y las Leyendas, estaban a nuestro alrededor y así sería siempre, formando parte de nosotros, de todos y cada uno de nosotros. 







“…Tirante tenía la mano sobre el vientre de la princesa, y Placerdemivida tenía la mano sobre la
cabeza de Tirante, y cuando notaba que la princesa se dormía, aflojaba la mano y entonces Tirante
tocaba a su gusto. Y cuando iba a despertarse apretaba la cabeza de Tirante y éste se estaba quieto.
Con este entretenimiento pasaron más de una hora, y él no cesaba de tocarla. Cuando
Placerdemivida comprendió que ella estaba bien dormida, aflojó del todo la mano a Tirante, y él,
con cuidado, intentó dar fin a su deseo; pero la princesa empezó a despertarse y, medio dormida
dijo:
–¿Pero qué haces, desventurada? ¿No me puedes dejar dormir? ¿Te has vuelto loca que quieres
intentar lo que es contra tu naturaleza?
No pasó mucho rato hasta que ella conoció que era más que mujer y no lo quiso consentir y
empezó a dar gritos. Placerdemivida la tapaba la boca y le dijo al oído para que ninguna de las otras
doncellas pudiese oírla:
–Callad, señora, y no queráis difamar vuestra persona. Mucho me temo no vaya a oíros la señora
emperatriz. Callad que este es vuestro caballero que por vos se dejaría morir.
–¡Oh, maldita seas! –dijo la princesa– ¡Que no has tenido temor de mí ni vergüenza del mundo!
¡Sin que yo supiera nada, me has puesto en tan gran apuro y difamación!
–El mal ya está hecho, señora –dijo Placerdemivida; poneos remedio a vos y a mí, y paréceme
que callar es lo más seguro y lo que más puede servir en este caso.
Tirante, en voz baja, le suplicaba tanto como mejor podía. Ella, viéndose en tan estrecho paso, que
de un lado la vencía el amor, y del otro el miedo, pero como el amor superaba al miedo, decidió
callar y no dijo nada…

(Tirant lo Blanch, de Joanot Martorell, fragmentos)




Museo de Historia de Valencia
c/ Valencia 42, Mislata, Valencia
telf.: 96 370 11 05 /96 370 11 78


©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.

4 comentarios:

  1. Es increíble lo que tus ojos ven y como lo transmites, Yolanda T. Villar, solo con leerte es como estar presente en el mismo lugar. He visitado el museo y me pasaron desapercibidas la mitad de las cosas de las que hablas. Tendremos que volver a visitarlo prestando más atención.
    un saludo. Un blog estupendo y original.
    Antonio

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    1. Cuando entras en un lugar que rezuma historia por todas partes, lo que tus ojos no ven, lo siente tu corazón...y tu mente.
      Muchas gracias, seguro que una nueva visita hará que veas las cosas de otra manera.
      Saludos

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  2. Nunca he visitado ese museo. A partir de ahora, aunque nunca llegue a pisarlo, no podré decir que no lo he visitado. A mí la historia tampoco me ha “entrado” nunca, si en las escuelas la enseñaran como lo habéis hecho vosotros estoy completamente segura que sería otra cosa. Gracias por esta magnífica lección, por haberme dejado pegarme a vuestro lado y hacer este paseo con vosotros.
    Gracias. Dos abrazos para Yolanda y Santi.

    Bárbara.

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    1. Fíjate que lo tengo al lado de casa, pero al lado justo y nunca lo había visitado, siempre lo dejaba para "otro día" dado que está tan cerca, siempre había tiempo de entrar..hasta que un día, dijimos, ha llegado el momento.

      Y aunque historia siempre fue mi asignatura favorita, hubo momentos en que no había quien se tragara aquello...jajajaja
      Dos abrazos, uno de cada uno de nosotros.

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