domingo, 19 de enero de 2014

DOS SIMPARES VIAJEROS Y UN GATO TROTERO EN TIERRAS VALENCIANAS IV: PLAZA DE MANISES


 Placa de estilo tradicional valenciano que anuncia la llegada a la Pl. Manises


“…Su gran sensualidad vence contino;
si aquél no es el primero movimiento,
allí está el ser, allí el juyzio fino,
la voluntad se rinde en un momento.
Querer contradezillo es desatino,
ni obrar la voluntad
sin su contento,
el señorío le otorga, y si es astuta,
se dexará vencer quando hay disputa.
Al cuerpo dize, ¿aún tu desseo porfía?
Tu amor es vano, y tu desseo incierto;
en un punto es enojo tu alegría,
cansado quedas y enojado cierto…”




Plaza de Manises


El amor que una persona siente por su pueblo o ciudad es comparable al amor que esa persona siente por su pareja, por sus hijos o por sus padres. Esto es lo que Mossen venía contándome cuando salimos de las Torres de Serranos y nos dirigíamos a la Plaza de Manises. No era este el lugar al cual nos dirigíamos, eso lo supe cuando vi la cara que puso mi halconero poeta cuando nos aproximábamos, pero a esas alturas de la noche y con lo que ya habíamos visto juntos, no pude evitar acercarme hasta el Palacio de la Generalitat y descubrir de labios de mi compañero, que fue en sus tiempos o que siente al verlo ahora. Lo reconozco, soy una curiosa compulsiva, cotilla sin remedio que diría Santiago, pero no puedo evitarlo ¡Si quiero contar historias tengo que conocerlas primero! y hacerlo de primera mano, es lo mejor que hay.

Hablando del amor, Osías Marco me preguntaba si yo estaba dispuesta a dejar atrás todo lo que amaba, por razones de fuerza mayor. Hasta la fecha no había tenido que hacerlo, así que contesté que no habría nada ni nadie que pudiera alejarme de todo lo que más quiero. Su cara cambió de luz, fue como si se oscureciera, como si sus ojos se perdieran en sus propias concavidades, fue como si un gran agujero negro le hubiera devorado; sentí que mis palabras no eran las adecuadas, no las que él esperaba al menos. Y me sentí terriblemente mal por ello.

Banderas oficiales junto al Palacio de la Generalitat

−¡No sufráis por haber dejado hablar al corazón, mi Señora! –dijo al fin− mis palabras hubieran sido las mismas que las vuestras, y saber que así hubiera sido, me entristece por la gran razón que hay en ellas. Nada vale tanto como estar junto a todo lo que se ama: familia, hijos, ciudad, perros, halcones, libros, recuerdos…mi esposa Isabel Martorell, se marchó de mi lado tan solo dos años después de llegar a mí, pensé que ya nada importaba, ni siquiera los magníficos amigos y mi propio cuñado Joanot, que llenaba mi penar con sus cuidados, compañías e historias. Sin Tirante, las horas hubieran sido mucho más largas. Amar lo es todo, cantar al amor es el mejor de los sonidos. La vida es amar.

Entendía perfectamente lo que Mossen decía, sobre todo ahora. Amar es lo que da valor a la vida. Amar tu ciudad, por ejemplo. Es esa clase de amor al que no le damos importancia cuando
lo vivimos día a día, cuando está al levantarnos y nos abraza al acostarnos, cuando no nos falta, cuando está siempre. Pero entonces un día simplemente, esa presencia constante desaparece, y entonces nos damos cuenta de lo mucho que la amábamos, de lo que la necesitábamos, de que era el motor que nos movía, y entonces, si no nos quedan los recuerdos, esa ausencia acabará con nosotros. Amo Valencia y empezaba a verla con ojos de primera vez, una y otra, una y otra; ahora sí que la sentía.
Mientras yo andaba perdida en estos pensamientos, mi Compañero recorría la plaza de arriba abajo mirando todo con gran atención, y yo diría que hasta con cierto nerviosismo; iba desde la plaza de San Jerónimo, hasta la de Manises y en una ocasión le perdí de vista en dirección a la Calle Caballeros. Todo un terremoto mi anciano compañero.

Cuando me acerqué al fin hasta él, me dijo que aquel enclave en otros tiempos había sido el corazón de la vida administrativa y religiosa de la ciudad, que desde allí hasta la Plaza de la Seu, se centraban los pulmones de la vida diaria de los valencianos, la Fe y la Política, ver ahora la plaza tan vacía le daba sensación de pequeña muerte del Alma. Pero no le restaba belleza, solo le quitaba parte de historia, aunque esta estuviera tatuada en cada piedra de la calle o de los edificios. Asentí. Era cierto. Para ganar algo, perdemos otra cosa. Así ha sido y será siempre. De nuevo los recuerdos, escritos, orales o del corazón, serán los que nos salven del olvido.

Fachada del Teatro Talía en la Calle Caballeros

Asombrado quedó Mossen de la grandiosidad del Palacio de la Generalitat, un gran edificio de planta cuadrangular de finales del siglo XIX que en su interior alberga un jardín cerrado de gran belleza; Sus magnificas ventanas de madera, las baldosas hidráulicas del suelo y el artesonado, hacen de su interior un auténtico museo arquitectónico viviente. Visto desde dentro, visto desde lejos, el Palacio rezuma historia y arte por los cuatro costados. Un gran edificio para una gran plaza. Doble belleza.
Me gustó enseñarle la plaza actual a Mossen, era como enseñársela a un niño o a un turista que viene por primera vez a la ciudad, su cara era igual que la de Santiago cuando me hablaba de ver las cosas con otros ojos y dejarse llevar como si fuera la primera vez. Sí, me gustó mucho, ya lo creo.
El Palacio del Marqués de la Scala, en plena plaza sigue conservando la magia y la belleza regia del siglo XVI, junto al Convento de la Puridad y San Jaime, y es que de no haber existido ahora el palacio, habría que haberlo creado, pues no se concibe la Plaza sin el Palacio, un Palacio junto a otro Palacio, y en medio, el paso del tiempo, el reloj de los tiempos.

Fuente en homenaje al río Turia

A la plaza le da carácter semipalaciego o semiburgués, la Casa de los Vallier, ese nexo entre grandes palacios y una nueva sociedad que empujaba fuerte, la burguesía. Hay quien dice de ella que es un quiero y no puedo, pero mi compañero y yo llegamos a la conclusión que era necesaria para romper altiveces.

La Torre de San Bartolomé es el único resto actual del conjunto original de la Iglesia de San Bartolomé, víctima de la ampliación de la plaza en los años cuarenta del siglo pasado, pero aún así, una vez más, la belleza histórica se impone a la ausencia de la misma. Como una de esas colchas de pachtwork hechas con retales que van pasando de madres a hijas y que generación tras generación van confeccionando sin acabar nunca, ni lo pretenden, solo se trata de guardar como un tesoro la memoria de la familia.

La noche seguía avanzando, por momentos, parecía eterna, pero cierto cambio en la luz del cielo, indicaba que aunque fuera lentamente, esta noche pasaría como pasan todas. Así que continuamos nuestro paseo encaminando nuestros pasos por la calle Caballeros, hasta la mismísima Plaza de la Virgen. Al ir acercándonos a la Plaza, Mossen comenzaba a inquietarse, incluso a emocionarse, nuestra búsqueda de su morada, estaba bien cerca ya.

A la derecha, el Palacio de la Generalitat


“…Si el mundo tiene en sí un bien cumplido
por mí lo alcança (en fin) el hombre humano,
quien algo sin mí espera está tenido
por loco, nescio, o del todo vano;
que quanto el entender es más subido,
tanto es aquel deleyte más que humano:
¡quán subtil arte el pensamiento tiene
si de manjares finos se mantiene!
Dulce señora mía, yo no veo
plazer sin vos que pue
da dar contento;
en vos los mis deleytes aposiento,
vuestra alma sola es fin de mi desseo...”.

Detalle de las Falleras en la Fuente del Turia, Plaza de la Seu




PALACIO DE LA GENERALITAT
Carrer dels Cavallers, 2
46001 València





©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.

2 comentarios:

  1. Caminar y trotar junto a estos simpares viajeros es una hermosa experiencia. Fantástico articulo.
    Saludos

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    1. No hay un solo lugar en nuestro país que no sea bello y digno de recorrerlo y descubrirlo, si es con ojos de gato, mejor que mejor. Gracias por acompañarnos en nuestro trotar.
      Saludos

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