miércoles, 24 de julio de 2013

La Venganza de Don Mendo - XIV Festival de Teatro Clásico de Olite

 

Si el amor tiene la capacidad de enloquecer al más pintado, el desamor  (o más bien la traición del amor) convierte al más venturoso de los marqueses castellanos en un fiero, indolente e insaciable vampiro de la venganza.
Ayer el aforo de La Cava, en Olite, quedó ocupado en dos de sus tres partes para asistir a la representación de una de las obras de teatro más exitosas de todos los tiempos: La Venganza de Don Mendo, del famoso creador del género astracán, el gaditano Pedro Muñoz Seca. Al más puro estilo del teatro del siglo de Oro, la pasión entre dos jóvenes protagonistas servirá de excusa que desemboque en una bacanal de celos, egoísmos, engaños y sangre.
Es Don Mendo, Marqués de Cabra, un noble caballero de buen corazón que frecuenta las faldas de su amada Magdalena del Jarama. Cada noche, al amparo de las sombras, se frecuentan, se aman, y se juran amor eterno. Más la dicha de los amantes dura poco, pues el padre de la dama, Don Nuño Manso del Jarama, que desconoce la pasión de su hija con el joven Mendo, prepara la boda de su vástaga con el rico Duque de Toro, Don Pero, privado del Rey. La oportunidad de vivir en la corte y ser colmada de riquezas es un suculento plato que Magdalena no puede ni quiere dejar escapar, y es por ello que decide arrojar de su vida a Don Mendo. Tras un fortuito encuentro entre Don Pero y Don Mendo en la casa de Don Nuno, Don Mendo es acusado del robo de un collar, y éste, por no descubrir que pretendía a su amada, al ser esta pretensión un secreto, decide autoinculparse para no dejar en evidencia la pureza de Magdalena. Sin embargo, la hija de Don Nuño, cuando su padre da orden de encerrar a Don Mendo por ladrón, no hace mención alguna por salvar de tan trágico destino a su hasta entonces amado, y es entonces, caida ya la venda de sus ojos, cuando Don Mendo siente en su pecho la mortal punzada de la traición de su amor. Se iniciará entonces, desde la lúgubre prisión en la que pena su pena el protagonista, donde Don Mendo mascará su huída y su posterior venganza de todo aquel que mancilló su honor.



Se da la circunstancia que en esta ocasión los actores no son de carne y hueso. O al menos, no la mayoría. Ángel Calvente, recientemente galardonado en los Premios de Teatro andaluz, propone una adaptación de la genial obra de Muñoz Seca dándole protagonismo a unos títeres de gomaespuma. Tratándose de un texto que podría catalogarse de clásico, este atrevimiento es toda una osadía que coloca al director en el filo de la espada por lo arriesgado, pero afortunadamente, a juicio de quien esto suscribe, sale muy bien parado, y con nota, del desafío que el director emprende frente a sí mismo y frente al público.
Gracias a un texto vivo y cargado de matices, y enriquecido con pequeñas y ajustadas dosis de musical y cabaret que contribuyen a avivar aún más si cabe el libreto original, los actores tienen la oportunidad de ofrecer todo el talento que llevan dentro, que no es poco, para dejar claro que, hoy por hoy, son una apuesta muy seria, firme y diferente en el panorama de la escena nacional. Muy a tener en cuenta.





LA VENGANZA DE DON MENDO

Autor
PEDRO MUÑOZ SECA


Dirección
ÁNGEL CALVENTE

Actores Manipuladores
DAVID GARCÍA-INTRIAGO
SUSANA FERNÁNDEZ
MONTI CRUZ
NOÉ LIFONA
SUSANA ALMAHANO

Compañía
EL ESPEJO NEGRO

www.elespejonegro.com
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@elespejonegro

TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

martes, 9 de julio de 2013

El Refugio de Tula: El Rey Trotarturo y los Gatalleros de la Tabla Redonda



Cuenta una leyenda,  que hace muchos años, tantos como bigotes tienen un millar de pares de docenas de gatos, que más allá de las fronteras del Reino de Murviedro, según se deja el Grau a la derecha y precedido por centenares de hileras de naranjos,  subiendo por una empinada y estrecha cuesta  entre pinares, se encontraba el Castillo de Gatelot; este era morada y refugio del Rey Trotarturo, sus Gatalleros de la Tabla Redonda y tantas almas peludas como allí buscasen asilo.

Vivía en el Castillo, como Señora del mismo, y ganado a pulso por su bondad y entrega a los habitantes y huéspedes de la fortaleza, la Infanta Margarita, dama de belleza sin parangón y alma excelsa; la Infanta contaba con la inestimable ayuda del Mago Merlín, cuyo amor por todas las criaturas sobre la faz de la tierra, le convertían en el ser más entregado y amante de los inocentes y necesitados. Juntos mantenían en pie este Castillo e insuflaban vida a todos aquellos peregrinos que sin hálito alguno llegaban a sus puertas; Trotarturo, Rey del lugar, confiaba plenamente en su Señora y el Mago, pues a ellos les debía  no solo seguir siendo el dueño del  Castillo sino empuñar sin temor y con seguridad su espada Excálibur. Esta había aparecido un buen día clavada en una roca en el exterior del castillo, junto al río, y esto fue lo que sucedió:

Entonces se fueron a un lago cercano donde, de una manera misteriosa, estaba un brazo erguido que empuñaba una espada. "Ahí está tu espada", dijo Merlín. Arturo no sabía cómo llegar a la espada y entonces vio a lo lejos una balsa con una joven vestida de blanco. "Ella es la dama del lago, debes convencerla para que te dé la espada".

La dama se acercó y el Rey le pidió la espada, ella le dijo que se la daría si le concedía un deseo. Arturo aceptó y la dama le dijo:" Toma mi barca y navega hasta donde está el brazo, él te dará la espada. En cuanto a mi deseo, te lo pediré después". Cuando Arturo tomó por fin la espada notó que en la hoja podía leer una inscripción que decía: "Excalibur , más abajo decía: "Tómame". Y del otro lado de la hoja decía: "Arrójame lejos". Esta espada sería la protagonista de innumerables batallas victoriosas y de grandes hechos heroicos.”

El respeto y el cariño que Trotarturo sentía por su querida Margarita y el Mago, era recíproco, como también lo era por el resto de Gatalleros que allí vivían. Sus fieles blanquinegros, Lancelot, Galahad y Gawain; este primero Gato de gran belleza y largo pelaje, de discreto bigote “charlotesco” el segundo, y de orgullosos bigotes de káiser el tercero. Sus tres Gatalleros de más confianza. Tres blanquinegros más se sentaban junto al Rey, Parsifal, Tristán y Bors, y un grande, rayado y rubio bretón, Dagonet. Muchos más eran los Gatalleros que compartían la redonda tabla con el Rey, Gatalleros y Gatunas Damas, como la hermosa Ginebra, Dama carey de vivos ojos claros, delicia del Rey y su favorito Gatallero, Lancelot, y es que así de hermosa era la Gatuna Dama.
Negra como el ébano, de profundos ojos oscuros y pelaje brillante, lucía altiva  y siempre misteriosa la Gata Morgana, sigilosa y siempre acechando, encontrábase la dama por doquiera uno pudiera imaginar, no había rincón del Castillo, que ella no tuviera vigilado y muro desde el cual ella no oteara los alrededores. Maga y Bruja, decían de ella algunos.
Contaba el Rey con unos fieles soldados, más amigos que sirvientes en todo caso. Más de media docena de Canes jóvenes y fuertes, rescatados al igual que el resto de Gatalleros y habitantes del Castillo, de las manos de viles “ Pellinores” y ruines “ Mordrers y Agravines”, infames y rastreros humanos que tan solo deseaban ver muertos a Trotarturo y sus Gatalleros.  Un grupo de fieles, hacendosas  y nerviosas  Cobayas, arrebatadas de las garras de la soledad, la enfermedad y la Guadaña, corrían astutas y alegres por el Castillo de Gatelot dando vida y alzando ánimos cuando los tiempos no acompañaban en bonanza.

Pero un buen día, Margarita, le dijo a su Señor:

Majestad, estamos en un terrible apuro. Nos hundimos bajo el peso de la ruina, somos ya muchos los que habitamos dentro de estos muros, mucho oro el que sale, y ninguno el que entra; de no conseguir prontamente un tesoro que nos saque a flote y mantenga en pie nuestro Castillo, nos veremos todos, irremediablemente, condenados a vagar sin techo sobre nuestras cabezas.
El Rey Trotarturo y sus Gatalleros partirán sin demora ni miedo alguno en busca del Santo Grial sentenció Merlínel cáliz en el que José de Gatarimatea guardó la sangre de Cristo. Él será nuestra salvación y nuestro baluarte.


 Nada que objetar al respecto, partieron los Gatalleros y su Rey al frente raudos y veloces, henchidos los corazones bajo la responsabilidad y la seguridad de que por nada ni nadie, dejarían que su amado Gatelot, sucumbiera a la ruina.

“Muchas fueron las aventuras de todos los caballeros que fueron en busca del Santo Grial, pero fueron tres los caballeros que más se destacaron por sus logros. Éstos eran: Sir Galahad, Sir Percival y Sir Bors. Ellos se encontraron casualmente en un cruce de caminos en un bosque cercano al castillo del rey Pelles, Guardián de las santas reliquias. Fueron allí para cenar y pasar la noche. Durante la cena ocurrió una aparición del Grial con unos ángeles alrededor de él y un anciano con un letrero en la frente que decía José. Este anciano dió la comunión a los presentes, luego se dirigió a Sir Galahad y le dijo: "Ya has visto lo que tanto anhelabas, pero cuando vayas a la ciudad de Sarras lo verás mucho mejor. Irán los tres hacia esa ciudad llevando consigo el Grial y esta lanza que contiene la sangre de Jesucristo. Sólo unos de Uds. regresará a Camelot”

Largos fueron los días, las semanas, los meses, que Trotarturo y sus Gatalleros pasaron lejos del Gatelot en busca del Santo Grial. Muchas las puertas a las que llamaron, muchos los tesoros que desenterraron, muchas las personas a las que ayuda solicitaron…pero el tiempo pasaba y nada encontraban. Algo de oro les dieron en algún Reino, viejos amigos que se sintieron compadecidos por ellos, pero no era bastante, todavía necesitaban mucho más, y sobre todo ¿serían capaces de encontrar el Santo Grial?
Mientras tanto, en el Castillo, La Infanta Margarita y sus Mininas, posaban para un cuadro con la esperanza de poder venderlo algún día, si es que llegaba a tener valor alguno, y poder contribuir a las vacías arcas de Gatelot.  Diegato de Velázquez, puso su empeño, talento y mano diestra en que el cuadro quedara tan hermoso y  magnífico que algún día el mundo entero, más allá incluso de las fronteras del Reino de Murviedro, se quedara maravillado con él. Rogaba a los cielos que así fuera.


Cuando las fuerzas parecían abandonar definitivamente a Trotarturo y sus Gatalleros,  resignados a volver a casa con las manos prácticamente vacías, ante ellos hizo aparición un Ángel  que dijo venir en nombre de Todos Aquellos a Quienes Gatelot,  Su Infanta, Su Rey y sus Gatalleros, importaban tanto como sus propias vidas. Pronto vio Trotarturo que no se trataba de un ángel como habían creído al principio, era tan corpóreo como Margarita, tan palpable como Merlín, tan humano…Ninguno de ellos podía creerlo, aquellos a los que tanto habían temido, los humanos, ahora les tendían las manos abiertas portando en ellas el Santo Grial, aquel que salvaría Gatelot y el Reino entero de la Ruina. Si bien eran sabedores de que no todos los humanos tenían el alma tan blanca y grande como estos, solo por ellos valía la pena confiar y tener esperanzas en la raza humana. Aunque con precaución y reservas, pero sin acritud.

Cuando Trotarturo y sus  Gatalleros entraron en Gatelot, una algarabía de maullidos, ladridos, chillidos y gritos les recibió. Marga abrazó a sus  amigos con lágrimas en los ojos, y Merlín respiró tranquilo tras mucho tiempo sintiendo en su pecho el peso de un yunque.  No sabían por cuanto tiempo, pero de momento, el Cáliz, traía buenas nuevas al Castillo, y algo de paz a sus moradores.
El tiempo de Trotarturo había pasado. Su cometido había sido satisfecho. La misión de los Gatalleros de Tabla Redonda, había concluido, había llegado el momento de que cada uno tomase las riendas de su propio destino, la Orden como tal, había llegado a su fin. Muchas más aventuras vendrían, otra vida les esperaba, pero ahora, debían separarse.


Trotarturo  se despidió de Margarita y Merlín con un gran abrazo. Creyó que se le partía el corazón al despedirse de sus grandes y fieles amigos ¡Hasta siempre Lancelot, Parsifal, Galahad, Tristán, Gawain, Bors, Dagonet! ¡Siempre os llevaré en mi corazón bella Ginebra! ¡Hermana Morgana, que la magia y la videncia nunca te abandonen! ¡Adiós, adiós a todos, ya veo la brumas de Gatavalón, he de partir! ¡Hasta siempre!
Gatelot quedó a salvo bajo el reinado de ahora en delante de la Bella Margarita, nunca permitiría que nada malo les pasara a sus moradores ni a su Castillo, antes muerta que dejarse abatir. Y despidió al Rey con una lágrima sobre su mejilla. Ahora, había que seguir adelante.
Un Trotero vagamundo, no cambia nunca. Ancho es el mundo, y mucho lo que ver, las huellas de este incansable Gato, volvían a dejar su impronta en la tierra. Miau.

“Cuando llegaron a la orilla del lago, una balsa estaba esperandolos. En la balsa estaban tres reinas vestidas de luto, con sus rostros tapados por un velo negro. Sir Bevidere colocó a su rey en la balsa y con lágrimas enlos ojos se despidió de él. La balsa surcó las aguas y desapareció de la vista. Nunca se supo el destino del cuerpo de Arturo y mucho menos la identidad de las reinas que lo acompañaban en la balsa.


Días después,Sir Bevidere se encontró con una capilla, en la cual habían enterrado a un señor que habían traído tres misteriosas damas vestidas de negro. El noble caballero supuso que ese era el cuerpo de Arturo y decidió construir una capilla cerca y dedicarse a una vida ermitaña. Mientras todo eso había sucedido, Sir Lancelot se encaminaba a apoyar las fuerzas de Arturo. Pronto se encontró con la tumba de Gawain y se enteró de la muerte del rey. Se dirigió entonces hacia la capilla de Sir Bevidere donde se dedicaría hasta el fin de sus días a la vida ermitaña. Cuando murió la reina, poco después que su esposo, se trasladó su cuerpo a la capilla donde se suponía yacía el cadáver del rey Arturo.

El reino de Arturo había llegado a su fin. La anarquía reinaría un buen tiempo. La corte del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda se convertirían en leyenda y nunca más volverían a coincidir hombres tan dignos con ideales tan puros en un mismo lugar y en una misma época”

 Y  COLORÍN COLORADO, LA LEYENDA DE TROTARTURO Y SUS GATALLEROS, HA ACABADO.




Visitar el Refugio de Tula ha sido una de las cosas más bonitas que me ha pasado nunca, ver la entrega de Marga y su compañero, los dos solos frente a un montón de gatos sin hogar, otros tantos perros, cobayas…y siempre con la sonrisa en los labios, a pesar de los problemas, la falta de recursos, la falta de conciencia y concienciación. Ellos si son auténticos Caballeros de la Mesa Redonda, de la Gatera Redonda. Me quito el sombrero ante ellos, su amor y entrega por los animales. Pero por desgracia, esto no es un cuento, es la realidad.
Se necesita mucha ayuda, el “Castillo” se hunde, los moradores se amontonan y el “oro” sale pero no entra.  El “Santo Grial” somos todos nosotros, los que queremos y respetamos a los animales, al trabajo de aquellos que dan hasta su salud por ellos y no podemos quedarnos con las manos cruzadas.  Si miramos en nuestro corazón, veremos un pequeño Trotarturo emprender una cruzada en busca de un futuro mejor para Gatelot y sus habitantes. Seguro.

Gracias, estos simpares viajeros y el Gato Trotero, se despiden por ahora…las brumas de Gatavalón  nos envuelven también a nosotros.
Que ustedes lo maúllen bien.


REFUGIO DE TULA
Sagunto



FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.

TEXTO: Yolanda T. Villar.


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