jueves, 22 de agosto de 2013

Sagunto. Segunda parada. El Teatro Romano


El día en Sagunto no podía ser más satisfactorio de lo que ya era. Un sol radiante, buena compañía, recuerdos de niñez a flor de piel, y apenas gente visitando las ruinas lo que nos permitía a mi compañero y a mí, disfrutar casi por entero y a solas de estos magníficos pedazos de historia, de la Historia Grande de Arse. Cómo estaba disfrutando de esta pequeña excursión.
La hora de la comida ya estaba más que cerca, mi estómago diría que esta ya pasó hacía un buen rato, pero me resultaba imposible satisfacer sus ganas sin entrar de nuevo, como hacía años, en el Teatro ¡si estábamos en la misma entrada! ¿Cómo marcharnos sin sentarnos en las gradas, observar imaginativos el escenario y empaparnos del espíritu que reinaba entre sus piedras, las de entonces y las restauradas ahora? Imposible. Así que mi simpar fotógrafo y yo decidimos disfrutar en silencio y prácticamente solos (a excepción de unos gatos que pululaban por gradas y escenario, y es que parecía que en esta ciudad hasta los felinos llevaban la historia y el arte en los bigotes) de tan magna obra y tan artístico espíritu.
Las fotos hablan por sí solas. Esta trotera se había vuelto a quedar muda ante tan apabullante construcción. Ninguna historia podría en todo caso hacer sombra a este instante grabado en la retina. Ni en una buena foto. Otra vez será. 
“Me ha costado mucho despedirme de mis nuevos amigos, conquistados y conquistadores, héroes todos para mí, pero he de aprovechar antes de tomarme mi merecido descanso y mover el bigote con algún buen llantar de la zona, para visitar el Teatro Romano ¡Y es que yo siempre he tenido alma farandulera y ademanes tragicómicos! hubiera sido un gran actor ¡lo que hubieran ganado las obras de Eurípides en mi gatuna persona! que talento tan desaprovechado el mío…o tal vez es que me equivoqué de época. Pudiera ser.
Desde lo alto de las gradas, desde las más altas, las que formaron parte tantos siglos atrás del Teatro original, se tiene una vista casi de pájaro sobre el escenario ¡que magnífico tuvo que ser en sus mejores tiempos! incluso ahora, reformado, sigue destilando aromas del pasado. Y voces. ¿Qué es ese griterío que asciende desde el coro hasta esta mi alta grada? ¡Qué escándalo! Tres gatos maulladores están en el escenario enzarzados en lo que parece una discusión o al menos un desacuerdo de pareceres. Y cada uno parece encabezar a un grupo de mininos, algo alborotadores también. Bajaré a ver qué es lo que pasa. Curioso que es uno, para eso es Gato, si fuera perro, movería el rabo. Miau.
En un rincón de las antiguas gradas superiores, observo a un gato de grandes bigotes, orondo y vejete, pardo y con evidentes señales de peleas antiguas. Mira al horizonte, en dirección contraria a la grada, parece que le interesa poco lo que sucede en el escenario, y más bien se diría que otea en busca de quién esté por llegar. Demasiado sumido en sus pensamientos y espera como para molestarle con mi presencia. Bajaré al escenario, la curiosidad me está matando. 

«Uno animo omnes socrus oderunt nurus» 

-¡No no no! ¿Quién crees que eres, el locuaz y astuto Parmenón o la singustos de Filúmena? –gritaba un gato negro de grandes ojos oscuros como un pozo − ¡Deberías dedicarte a rascarte las pulgas todo el día, que es lo que mejor sabes hacer! que desastre de actores. 

«Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit» 

−¡Ese actor es mío, ladronzuelo de poca monta! –gritaba alto y con maullido grave un gato gris aunque de lomo y morro blanquecino, tanto este último que parecía tener barba en lugar de bigotes− ¡Deja tranquilo a mi Júpiter para que seduzca a la bella Alcmena, antes de que llegue su esposo! ¡Actores que se venden al mejor postor! ¡Traidores!

«Quot homines, tot sententiae; suus cuique mos»

−¡Por todos los dioses del Olimpo! ambos sois unos desvergonzados y unos aprovechados ¡Yo contraté a los actores para que representaran una de mis grandísimas obras! no como las patochadas que escribís vosotros. Tú,Terencio el Berebere, y sus absurdas representaciones ¿Qué tiene de interés una Suegra para que se le dedique una obra? Absurdo. Y tú, Plauto, el Gran Plauto y sus retruécanos, chistes y parodias anodinas. Ninguno tenéis ni idea de lo que es ser un dramaturgo. No como yo, Livio Andrónico, escritor épico.
Y este último gato pareció quedarse bien ancho al pronunciar estas palabras. Los otros dos le miraban con recelo y hasta con cierta animadversión, diría yo. Pero el que se hacía llamar Livio Andrónico, no parecía en absoluto amedrentado por las aviesas miradas de los otros dos.
−¿Tú un gran dramaturgo? poeta escaso ¡Pero si ni siquiera utilizas los Hexámetros Dactílicos en tus obras ¿Te crees más que nosotros por escribir en Saturnio? lo que eres es un pedante –dijo Plauto.
−¿A quién le puede interesar hoy en día una obra épica sobre Achilles, Hermiona o los Equos Troianus? estás fuera de onda Livio ¡Hay que modernizarse, abuelete! –rió Terencio.
Al reparar en mi curiosa presencia, los tres irascibles escritores decidieron utilizarme cual Paris en La Manzana de la Discordia, eligiendo a la más bella entre las bellas y salvando las distancias y fácilmente mejorando lo presente, me sentí metido en un buen apuro. Es innegable la maestría de Terencio-Hera en sus obras, siendo LA SUEGRA, mi favorita sin duda. Pero no puedo obviar la genialidad de Plauto-Atenea en sus comedias de enredo, tan cinematográficas hoy en día; sus chistes, sus parodias, sus bufones, sus retruécanos ¡No me he reído ni nada con SU SOLDADO FANFARRÓN Y SU AULULARIA! ¿Y cómo negar el talento y la majestuosidad de las épicas obras de Livio-Afrodita? me gustó mucho leer sus ANDRÓMEDA Y GLADIOLUS.




Ya me veía en mi propio Juicio de Trotero-Paris, así que decidí tomar el camino del medio, y no mediar en camino alguno, pues acabaría como el de Morón, y ese no era Gato, sino Gallo.
−Imposible elegir, mis queridas señoritas, digoooo, mis queridos caballeros –casi meto la pata−tres grandes escritores y dramaturgos Romanos como ustedes, que han llenado teatros y palacios con su arte, su genio, su talento, su creatividad, su buen hacer y su magnífica presencia ¿cómo elegir entre artista y humano? ambos perspicaces, espléndidos, extraordinarios, de la misma manera que no se puede separar alma de cuerpo, no se puede elegir entre lo más excelso y granado.
Dominando unos el Hexámetro siempre entendible y a la vez peculiar, y siendo señor del Saturnio, culto y elegante, a la par que hermoso y eterno, el otro. Tres grandes maestros, para una gran escena. Por pequeña que esta fuera, enorme la harían tres ingeniosos artistas y por grande que se imaginara, cómoda y confortable igualmente la tornarían semejantes intelecto –e hice una reverencia llegado a este punto.
−¡Este es seguidor de Eurípides, Sofocles y el resto de la vieja escuela, sin duda! malditos griegos, que siempre creen inventarlo todo y estar delante nuestra –exlamó Afrodita, es decir, Livio−¡Pero me gusta lo que ha dicho el blanquinegro! tiene mucha razón en ello, sus palabras están llenas de certeza. Tan solo le ha faltado añadir que soy el Creador de una gran Institución, LA ESCUELA. Afrodita va mucho con mi belleza sin parangón, Gato travieso…
No pude evitar dar un respingo ¡Rebigotes que este Livio nos ha salido atrevido!
−Bueno, los de la vieja escuela tampoco son tan rechazables, cada uno tuvo su tiempo. Pero nosotros no hemos copiado nada de los griegos, hemos, “romanizado” –añadió Plauto− Y también se ha olvidado decir sobre mí este guapo vagabundo, que nadie como yo dominó LA CONTAMINATIO, el arte de mezclar dos obras o más en una sola. Bribón.
Un nuevo respingo. Uno sale de su casa y nunca sabe lo que se va a encontrar, pero es que tengo un sex-appeal, que no se puede aguantar. Mira que soy guapo.
−¡Vale! lo admito, este seguidor de Eurípides tiene razón. Somos los mejores ¡Y pensar que casi os araño por esto! ¡Un abrazo en grupo, chicas, digo, caballeros! –dijo Terencio−Pero no has dicho nada de mis Paremias, género que dominé como ninguno. Te perdono por tener esos ojazos, negro.
Nada, que voy a tener que ir al veterinario a ver si me da algo para aplacar esta furia atrayente que despierto con mi mirada, mis bigotes y mi perfil apolíneo. Al menos se pudo evitar que la sangre llegara al río y las zarpas al morro, y aunque los tres genios decidieron seguir con sus ensayos repartiéndose los actores, algo me decía que tarde o temprano, los Egos volverían a verse los bigotes...
Me marchaba ya en busca de algo que llevarme a los colmillos, cuando el gato curtido por mil batallas que se hallaba en las gradas altas, pareció verme por primera vez desde que llegué al Teatro. No sé que le empujó a venir hacia mí, pero algo lo hizo y fuera lo que fuera parecía que se trataba de un cohete puesto en salva sea la parte, pues bajo raudo y veloz, mucho más de lo que hubiera imaginado en un gato de su edad, a mi encuentro.
−¿Sois vos, majestad? –me dijo− ¿Alfonso? ¿Habéis llegado al fin a esta vuestra última morada? ¿Sois vos?
−Siento defraudarle, amigo, pero ni soy Alfonso, ni tengo nada de real. Vagamundo y Trotero soy, de hecho, así me llamo.
−Pensé que al fin, tras tantos años, Él había vuelto en espíritu a reunirse conmigo aquí, en el lugar que su sueño, el mío, el de tantos, se hizo realidad. ¿Dónde “estás” Alfonso XII, donde estás triste de ti…? –canturreó el anciano−Si le ve, dígale que Arsenio le sigue esperando.
−¿Arsenio? ¿Martínez Campos? –pregunté incrédulo−Siento decirle que la restauración borbónica no salió como usted esperaba…si yo le contara…pero tranquilo, si le veo, yo le digo.
¡Hasta más maullar amigos! General…
Mi estómago me anunciaba que la hora de la manduca había llegado, y uno, aún Trotero y Vagamundo, gusta de seguir las costumbres y protocolos a la hora gustar de viandas y buenos caldos.
Que ustedes lo maúllen bien. Este Gato, tras llenar su estómago y afinar sus bigotes, seguirá su trotar. Por cierto, se me había olvidado decirles que los tres dramaturgos me ofrecieron un pequeño papel en cada una de sus representaciones ensayadas; pero tuve que declinar tan irresistible oferta, el tiempo es oro y el día pasa.
Además yo siempre quise ser…La Medea de Eurípides. “




TEATRO ROMANO DE SAGUNTO
C/ Castell s/n
Télf.: 962665581 Fax: 96266558

FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

2 comentarios:

  1. ¡Bravo! original como siempre, me encantó precioso gato.

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    1. Nos encanta que hayas disfrutado con este reportaje, la verdad es que es un sitio maravilloso.

      Gracias por visitarnos!!

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