viernes, 31 de mayo de 2013

CAÑADA JUNCOSA: CUANDO LO GRANDIOSO ESTÁ EN UN PEQUEÑO RINCÓN DEL CORAZÓN



Mi primer recuerdo de Cañada, nada entre las aguas del sueño y de la realidad, naufragando en la memoria  del tiempo pasado y las historias contadas. Ni siquiera estoy segura de que sea un recuerdo real, podría ser el resultado de hacer propia una historial mil veces relatada.
Recuerdo entrar en un patio repleto de geranios, en brazos de mi madre, o tal vez fuera mi tía Antonia, pues entre esos recuerdos creo verla, a mi madre, andando delante nuestra, mientras alguien me porta entre sus brazos; hay mucha gente a mi alrededor y todos me miran, hablan muy alto e intentan cogerme, pero yo no me dejo, me oculta llorosa entre esos brazos que me llevan y lloro y lloro.


−Siempre está llorando, y come muy mal. No sé que voy a hacer –dice mi madre.

Me llevan hasta el corral. Intentan que deje de llorar si veo a los conejos y a las gallinas. Pero estas últimas me dan miedo, y lloro todavía más que antes.

−Tiene miedo a todo. Siempre está llorando, siempre –dice de nuevo mi madre, o tal vez fuera mi tía en esta ocasión, ya he dicho que es un recuerdo muy fútil.


Lo siguiente que recuerdo es a un hombre alto y delgado, con una boina en la cabeza. Me mira fijamente y me enseña algo  que lleva en la mano, hace ruido y suena como un sonajero. Es una campanilla. Me gusta ese sonido. Estiro la mano y al mismo tiempo que agarro la campana, sus manos me agarran  a mí y me coge en brazos mientras sigue moviendo la campanilla. Lo siguiente que recuerdo es reír porque tengo varios conejos pequeñitos entre los brazos.
−¡Dejadlos ya, que no los va a querer la madre! –dice mi abuela.
−Que no pasa nada, deja que juegue que mira que contenta está –contestó mi abuelo.

Mi abuelo Juan. Es el primer recuerdo que tengo en Cañada. Mi abuelo Juan. Desde ese momento cada vez que tenía miedo o me hacía daño, o me castigaban o simplemente necesitaba estar con alguien, buscaba a mi abuelo. Daba igual lo mal que me sintiera, él siempre conseguía que me sintiera bien de nuevo. Siempre.


Las frases “Que no se entere la abuela” o “No le digas nada a tu madre”, comenzaron a ser habituales entre nosotros; yo hacía, él deshacía, o al menos cubría. Mi abuelo Juan. Pero sin duda alguna mi frase favorita siempre fue esta −¡Que se te va a pegar lo viejo, tira para tu cama! y más me arrimaba yo mientras nos tapábamos con la colcha. Mi abuelo Juan.

Cañada Juncosa es un pueblo pequeño, siempre lo ha sido y no creo que a estas alturas se haga más grande. Ni falta que le hace. Cañada se hace día a día, con los que fueron, los que somos y los que serán; los primeros llenaron de vida y anécdotas este pequeño pueblo, muchos de ellos quedaron retratados para la posteridad, otros, pues quedaron en la memoria de sus seres queridos, vecinos y leyendas populares, pero sobre todo, sembrando en los que ahora somos el cariño y el respeto por nuestro pequeño pueblo.


Los que somos ahora, con ese amor arraigado en nuestros corazones, luchamos contra viento y marea como Quijotes frente a molinos de viento, por ser un día como los que fueron. Aquellos que inculcaron a sus descendientes el espíritu de Cañada. Espíritu. Porque amar a este pueblo es fácil, pero amarlo por siempre y luchar contra las adversidades sin dejar de quererlo, no lo es tanto. Se necesita algo más que genética y buenas experiencias. Se necesita respirar Cañada, sentir Cañada, vibrar Cañada, sangrar Cañada…parir Cañada.

De pequeña soñaba o imaginaba despierta, que subía al tejado de la casa de mi abuelo, tomaba carrerilla y salía volando por todo el pueblo. Sobrevolaba los tejados de las Garitas, veía a mi abuela Antonia afanada con los “averíos”, mi abuela Bernarda desplumaba un pollo para hacer arroz ¡Anda, mi abuelo está arreglándonos otra vez la canasta de baloncesto del corral! ¡Ya viene por el Camino de la Senda mi abuelo Crispín con las ovejas! es hora de recogerse. Pero para mí, era hora de seguir volando y volando y volando.


De las Eras bajaba por la Calle Valencia hasta las escuelas. ¡Hola Justa, buenos días, dame chocolate y luego te lo paga mi abuela Antonia! ¡Buenos días prima monja de mi madre cuyo nombre no recuerdo pero que me da galletas que saben a gloria! ¡Hola Adriana, soy yo, la hija de la Reme, estoy volandooooo! ¡Ahí va Venancio con su sombrero de paja, seguro que va a ver a mi abuelo Juan! ¡Cuidado los de la plaza, que no llevo timón y vuelo como las locas! ¡Hola tía Sagrario, hola Aurora, buenos días Juliana! ¿Qué hay, Avelina? ¡Marcelina, muy buenas, guárdame una barra de pan que luego viene mi abuela Bernarda! ¡Paso a los de la calle Empedrada que subo como un tomillo!
Y siento en mi cara la brisa que viene de los pinares, tal vez sea del Cañavate, o incluso del rumor de las acequias próximas a la Atalaya. Pero a mí me sabe a campo, a pinar y a monte. Me huele a ganado, a perros pastores, a galgos flacos y miedosos, bellos y enjutos, como los juncos de los puentes en el camino de Tébar; me huele a potaje de semana santa, a pisto con tomate y a gazpachos cociéndose en la sartén sobre unas trébedes. Sabe a pan de tahona, a madalenas recién sacadas del horno, a alajú y a torrijas, a chocolate con pan tostado y a arroz con habichuelas. Huele a Cañada en estado puro.


Por la calle el Príncipe bajo “escopetá” y saludo a mi tía Petra que está barriendo el patio ¡Muy buenos días para ti también Jose, recuerdos al tío Flores! No la había visto, Ignacia, buenos días a usted también ¡No, no quiero acelgas, yo soy nieta de pastores, me gusta la chicha, pero gracias! ¡Adiós Cleofé! Y enfilo hacia la era de cemento donde aprovecho para apoyar un poco los pies y descansar de tan “cascante” vuelo. Pero es que así somos en Cañada. La mitad somos familia, y la otra mitad es familia suya, dos mitades de familias emparentadas unas con otras. No es endogamia, es que aquí, independientemente de tu apellido o tu procedencia, encuentras tíos y primos por todas partes, basta con ser grandes amigos de la infancia, de la guerra o compañeros de pastoreo y labranza, para tener un pariente para toda la vida.


Pocos hay que encizañan los senos familiares y de compañerismo, pocos, pero haberlos haylos, como las Carajainas, las Zudamochas y los Beltealtos, verlos no los ha visto nadie que haya sobrevivido para contarlo, pero que están, vaya que si lo sabemos todos.  Con estos, las malas simientes, hay que tener cuidado como con las carajainas, si las ves de lejos, cambia el rumbo; si aún así se te han echado encima, actúa como con una zudamocha, aprieta el paso y ponte en guardia. Pero si te han rodeado con sus malas artes y sus viles mentiras, no olvides lo que harías si te encontraras con el Beltealto…¡Corre como alma que lleva el diablo y no mires atrás!


Retomo mi paseo a vista de pájaro. Me alejo del pueblo por el camino Molino hasta los pinares. El Rey del Pinar me espera para postrarme ante él y ofrecerle de nuevo mi vasallaje, mi  lealtad, mi admiración y hasta mis tierras si las tuviese y mi sangre si él me lo pidiese.  Y es que da igual de que bando milites en este frente, o con que santo comulgues, pues hasta los republicanos del 36 se arrodillan ante su Majestad del pinar, El Pino Lorito.
Majestuoso, grandioso, sobrio, augusto, digno, fastuoso, regio, señorial, imperial y real, como las águilas que habitan su copa, se alza el Pino bicentenario más hermoso y más imponente de toda la Mancha, y de Cañada tenía que ser. Su Majestad el Lorito.




Desde la rama más alta, compartiendo lugar y respetando espacio, las águilas y yo oteamos el horizonte. Hinchados los pulmones de aire fresco y henchido el corazón de brisa pinar, veo por el camino como regresan a casa los tractoristas; un ligero picor en los ojos me recuerda que el verano no es festivo para el hombre de campo, las alpacas en los remolques me hacen estornudar  y frotarme los ojos. Me gusta lo que Cañada me hace sentir. Viva.
Es hora de regresar, el reloj del ayuntamiento me recuerda que la cena se aproxima, ya está bien de tanto y tanto volar, hay que volver a casa. En el camino, pasadas las olivas de “Casetas” me encuentro con mi tío Carlos que regresa con su ganado ¡Pero si también está mi tío Demetrio que regresa con su tractor! ¡Buenas tardes Don Ramón, no le había visto, como vuelo tan alto y rápido…! Adiós a todos, que mi abuelo Juan me espera para hacer patatas revueltas con huevo.


Y aún con los ojos abiertos y el tiempo transcurrido como suspiros en el pecho, vuelvo a ser la niña que fui, la que volaba por los campos y la que lloraba cuando llegó aquella primera vez. Soy la que no temía que se le pegara lo viejo, y la que metía en capazos a los gazapos para jugar con ellos, mientras huía de los temibles  gallos y se metía en las cuevas buscando tesoros y escondiendo animales huérfanos. Soy la que disfrutaba con el cuento de las Cigüeñas que por más veces que me contara mi abuelo Juan, para mí siempre parecía nuevo. Soy la que guarda en un pequeño rincón de su corazón, la grandeza de este pueblo, que si chiquito es en apariencia, enorme es en su trascendencia.

Gracias a los que fueron, por hacerme como soy. Gracias  a los que por aquí ya pasaron para cimentar lo que hoy es nuestro suelo y paso. Gracias Cañada, por hacernos tan grandes, a los que te conocemos tan pequeño. Gracias por ser nuestro HOGAR.



MI ABUELO FUE CAPITÁN

“Mi abuelo fue capitán
de un navío sin velas ni remos,
por timón, un arado, dos mulas por tripulación
y las olas que mecen su embarcación,
los surcos en la tierra labrados.
Era su navío un carro,
una bota de pellica su bodega
y su cayado, apoyo y cañón,
tabaco de liar su ron
y su pólvora un misto y un cordón.
Era mi abuelo almirante y grumete, pirata y bucanero,
el que guiaba la nave a buen puerto
el que navegaba de frente,
capitán, astillero y cocinero.
Tres gaviotas de secano sobrevolaban su barco,
un gavilán, una alondra y un cuervo,
Así era mi capitán manchego,
alto, enjuto y quijotesco,
curtido en mil batallas
y una sola guerra;
por galones sus manos cortadas
y sus medallas su piel de arrugas surcada.
No hubo capitán más bravío
que aquel que vestía con boina,
faja y alpargatas, el que llevaba unas alforjas
por petate, compaña y armas,
el que comandaba un carro
como a un invencible navío.
Mi abuelo fue capitán,
vivió sin ni siquiera saber que lo fue,
y un buen día, el Almirante de rastrojo y barbecho,
marchó sin saber siquiera…sin saber siquiera quien fue.”

(Yolanda Toledo Villar)

(En memoria de mis abuelos y mi Madre, Reme, cuya ausencia siempre estará presente en estas tierras)






Ayuntamiento de Cañada Juncosa

Plaza Hipólito Álvarez, 1

16720, CAÑADA JUNCOSA (Cuenca) 

Tel:969381003
Fax:969381003
crecio.can@dipucuenca.es






©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.

12 comentarios:

  1. No están presentes en el apartado "Valoraciones" las casillas pertinentes, Yolanda Toledo Villar, faltan algunas en las que inexcusablemente señalaría tras leer lo que escribes y después de ver las bellas fotografías:
    ME EMOCIONÉ
    LLORÉ
    SENTÍ UNA GRAN NOSTALGIA.
    ME DESLUMBRÓ LA NATURALEZA.
    ME CONMOVIÓ EL POEMA.
    Abrazos, queridos viajeros.

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    1. Muchísimas gracias, Vicenteta, de verdad, muchísimas gracias.

      Para mi, este pueblo es mucho más que el lugar de donde proviene mi familia, toda mi familia, materna y paterna; es mi Casa, mi vida, mi aire, mi tierra, mi cielo, todo, lo es todo. Y es difícil decirlo solo con palabras, pues es algo que llevamos más adentro que la sangre, lo llevamos en el alma.

      Me alegra muchísimo que te haya gustado, es un sitio realmente pequeño, pero para mi, el mejor del mundo...allí tengo para siempre a mis abuelos y a mi madre, que es como decir que tengo la vida misma.

      El poema fue el primero que escribí, o al menos que tuve valor de presentar a concurso...y para mi siempre será Mi Poema.

      Muchas gracias y mil besos!

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  2. P.D. : La cuarta fotografía, la de la lápida, ¿qué inscripción tiene?
    ^_^
    Gracias.

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    1. Pues mira, es de un chico que murió joven, en un accidente de tractor, a finales de los años sesenta, Vicente Martinez Navarro. Es difícil de encontrar ahora pues la vegetación y el olvido la han sepultado casi por completo, pero gracias a mi padre que se conoce el campo y el monte palmo a palmo, la encontramos este verano y no pude resistir enseñársela a Santiago, ya sabes, la cámara no dejó de fotografiarla, no incluirla era imposible.

      Mil besos

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  3. Muy bello... sin duda,tanto el texto como las imagenes. He volado con vosotros y viajado a recuerdos de mi infancia... y hasta compartido al entrañable abuelo Juan!!! grande y hermoso pues yo tambien formo parte de esa tierra, ese olor,ese aire,esa vida...

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    1. Entonces sobran más explicaciones, pues todos los que llevamos esta tierra roja y seca en nuestras venas nos sentimos igual: unidos a ella.
      Me alegra que mi abuelo Juan, forme parte de tus recuerdos, pues para mi, no solo es el primero, es el más grande que tengo.

      Miles y miles de besos, Cañaeja...

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  4. Nunca imagine el pueblo retratado tan magnificamente, convertido en un cuento, es precioso y me he emocionado mucho. Las fotos son espectaculares. Habeis hecho un gran trabajo, gracias por compartir el enlace.

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    1. Me alegra muchísimo que nuestro pueblo signifique tanto para nosotros, pues soy del parecer que aquel que no ama su tierra no ama a su gente, y poder comprobar que no es nuestro caso, me hace muy muy feliz.

      Gracias a ti por compartir con nosotros este viaje..
      Espero que Cañada siga siendo punto de encuentro de muchas generaciones.

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  5. PRECIOSOOOOOOO!!. Mi pueblito chuli, donde más he disfrutado (las fiestas en casa del Iaio, las confidencias nocturnas en las eras, ...) y sufrido ( jolines, que enamoramientos he tenido allí!). Cañada siempre estará en mi corazón, por años que pasen sin que vaya, o que vaya y vuelva el mismo dia... Cañada es parte de mi, porque un trocito de mí es parte de Cañada.. Ainsss, que bonito el texto, que bonitas las fotos... Ainsss, Mi Cañada! <3

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    1. Mi querida hermana ¿que falta por decir de este nuestro pueblo?
      Si es que a pesar de los pesares y muchos pesados, lo llevamos tatuado a fuego en la piel y en el alma...olvidarlo es imposible, todos guardamos un primer recuerdo muy adentro ¿verdad? yo recuerdo perfectamente la primera vez que entraste por la puerta del patio de la abuela, ibas de la mano del tete Jose...

      mil besitos, Pitu!

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  6. Siempre es una gozada entrar a leeros, chicos, pero en esta ocasión además ha sido muy emotivo viajar de la mano de esta loca trotera que tiene un corazón inmenso. Tu abuelo Juan debió ser un gran hombre, así como tu madre una gran mujer, pues para inculcar este amor por su pueblo se ha de amar mucho primero ¡ay lo que me he emocionado en esta ocasión chicos!
    Las fotos IM-PREZIONANTES, y el relato, aún me tiene con un nudo en la garganta.
    Un beso y hasta la proxima parada

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    1. La que estoy emocionada soy yo, en serio. Para mi este texto guarda más de lo que dice, y aún así ver que os ha llegado a todos, me tiene emocionada a más no poder.

      Muchas gracias por estar ahí y por volar conmigo.
      Mil besos.

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