lunes, 5 de noviembre de 2012

“Curioso cuaderno de viaje de dos simpares viajeros” – 1ª Parada: El castillo de Belmonte (Cuenca)


Fachada Principal nocturna



Caluroso ha sido este verano que, visto ahora por los preludios rojizos de mañanas templadas y noches frescas del otoño que se aproxima, parece “pecata minuta”, pero la rojez que todavía lucen mi escote y mejillas me recuerdan que el sol, el 19 de agosto, pegaba fuerte como guerrero lanza en mano y yelmo en testa, y bien es que mi piel es blanca y fina como el primer paño que viste al neonato, pero es que despertó el susodicho domingo coronado por un sol inmisericorde e inquisidor, un Torquemada conquense y manchuelo que empeñado estuvo en arrancarme la piel a tiras al ver mi herejía presentándome ante tan noble y dorado señor, sin cubrir mi cabeza y mostrando mis hombros pecosos sin atavío ni pudor alguno.
Aún siento el fuego purificador en mi piel y la calma del agua fría en mi cabeza. ¡No volveré a osar mi Señor presentarme ante vos sin cubrir y sin mis ojos bajar ante vuestra llameante presencia! Y puede que fuera esta calentura agosteña la que me hizo ser un poco Quijote y Caballeresca, o tal vez, y lo más probable es que así fuera, simplemente Quijotesca sin “Caballera” ser armada…


 
Y es que conforme mi compañero de viaje y vida (¿se ofenderá si le llamo mi Sancho?) y yo nos acercábamos a Belmonte, se tornaban los molinos Caballeros -que no gigantes- y el asfalto de la carretera desaparecía bajo los cascos de nuestros caballos, caballos que tan solo unos momentos antes era un rápido y cómodo automóvil que ahora cabalgaba entre piedras y arena por un estrecho y empinado sendero… Dos simpares viajeros se acercaban al galope, y ciertamente temerosos, a pedir cobijo y agua fresca al más imponente de los Castillos medievales de esta mi tierra manchega. No fue necesario encantamiento alguno, nada tuvo que transformarlo en monstruo de piedra y barro. Frente a nosotros, en lo más alto del Cerro de San Cristóbal, Majestuoso, Soberbio e Imponente, se alza el Castillo de Belmonte, sueño y ensueño de un no menos loco Caballero, aunque aguerrido y batallador -que lo cortés no quita lo valiente- Don Juan Pacheco, Marqués de Villena.

Mi corazón late al ritmo del casco de mi caballo, y es que nunca antes, estos dos sin pares viajeros, afamado retratista mi compañero y singular juglar esta que les cuenta, nos habíamos visto en semejante lugar y tiempo.
−¡Ah del Castillo! –gritamos ambos.
−¿Quién va? –nos dijeron desde dentro.
−¡Gente de paz! –contestamos– Don Santiago de Alfaro y Doña Violante de Toledo, poetas, romanceros y cuentistas sin más.
−¡Pasen pues sin más demora ni tardanza, les esperábamos sin prisa ni ansia, pero con impaciente curiosidad. ¡Pasen, pasen, que mi señor orden ha dado de que les atendamos como a los amigos queridos!


Y al otro lado del puente antaño levadizo, nos recibe un joven caballero, alto y fino como un junco, pulcramente uniformado y con su espada descansando en su cadera izquierda. Nos muestra su respeto con una sonrisa abierta y una mirada clara y serena… Don Alberto de García y Jirón, mano derecha y también izquierda siempre una  sabiendo lo que la otra hace -ahora ambas nos son mostradas abiertas, blancas y limpias-, nos son ofrecidas para apoyo, descanso y señal de hospitalidad mientras dure nuestra estancia en el Castillo. Sin duda alguna, de aquí viene la palabra Caballerosidad.

 Bestiario de confidencias. Foto: Esteban de las Bárcenas
Uno de los respetables y generosos Señores del Castillo, Don Hernando de Bárcenas y Fitz-James Stuart, que parte de viaje urgente en ese momento, se dirige a nosotros antes de su partida para recordarnos que somos bienvenidos y que espera vernos de nuevo esta vez bien hallados en una próxima visita. Lo mismo le desean estos dos viajeros en tierra extraña, cada vez más familiar.


  Patio de Armas. Foto: Esteban de las Bárcenas
  Ya en el Patio de Armas, embargados por la majestuosidad del mismo, que sin ser presuntuoso se nos presenta magnífico, nos hallamos aturdidos por lo que nuestros ojos ven y nuestro corazón siente ¿Seguro que no es encantamiento el que nos hallemos en pleno siglo XV y frente a nosotros tengamos una construcción decimonónica? Como si un vórtice espacio temporal se abriera junto al blanco pozo que nos saluda en la patio, tenemos a nuestras espaldas un fortín y en nuestra frente un palacio francés del siglo XIX ¡Si de magia se trata, no podría haber mejor lugar para que se manifestara que en Belmonte! lugar donde caben cientos de caballeros, decenas de damas y un Bululú gracioso y burlón ¡Belmonte debía ser!

Aún no salgo de mi asombro al ver a ocho caballeros armados y luciendo uno de ellos la noble cruz de Calatrava, cuando en la sala contigua a la de Restauración me quedo sin respiración al verme frente a mi a dos de las grandes Damas y Señoras que hicieron grande castillo y tierra, país e historia! Si esto no es un encantamiento, es que estoy formando parte de la historia! Isabel de Castilla y Juana de Trastámara dialogan ante mis narices como si yo no estuviera presente ¿No seré yo un fantasma entre estas regias paredes, una intrusa evanescente que tan solo ve y siente, sin ser vista y sentida? No me importaría si retener pudiera para siempre este instante en mi retina, mi piel y mi corazón ¿Cómo no gozar del Castillo si me sobrecoge su grandeza y me hace sentirme parte de cada piedra?…


 Castillo de Belmonte. Foto: Esteban de las Bárcenas

Y siguiendo la melodía de un canto gregoriano, como el que sigue una estrella en el cielo, una estela en el mar, un surco en la tierra, encamino mis pasos seguida de mi fiel escudero (¿mi compañero me sentirá a mi como su Sancho?, juntos por siempre pese a los de siempre… qué privilegio pues ser Hidalgo y Escudero, sin importar quien es quien y sabiendo quienes somos) hacia una imponente escalera de madera, cuyos desgastados peldaños lucen muescas cual guerreros invictos, u ondas de peinetas los cabellos de las finas damas cortesanas ¡Qué privilegio pisar maderas que ya han sido curtidas por pisadas ancestrales! pero cuidado ¿Qué es eso que se oye en las mazmorras? ¡Por Dios mi amigo y escudero, no bajéis a ese inframundo, a saber qué malandrines, ladronzuelos o desertores  tengan retenidos allá abajo! ¡Puede que hasta herejes!  y esperando ver a un caballero ambicioso venido a menos, o a un vasallo picaruelo y de manos largas pasar sus últimos días encadenado en las mazmorras por su vil acto, ante mí de nuevo, el tiempo pasado avanza en un reloj sin manijas y una nieblina nos envuelve trayéndonos olor a pólvora, humo y miedo ¡Uniformes franquistas y cantos republicanos encaminan sus pasos y sus prisioneros hasta estas cárceles subterráneas, víctimas y verdugos ahora, hermanos ayer! siglos pasan y las guerras siguen siendo sinsentidos. Terrible función la de este Castillo, y es que toda cara tiene su cruz y en nombre de una Cruz, muchas caras se han partido.

 Mazmorras
Perdonados que no olvidados los espectros anteriores, mi compañero y yo nos adentramos de nuevo en la magia medieval ¡Qué poco queda para el fin del Medievo y su tosca beldad, Isabella Católica y su esposo Fernando de Castilla, los austeros Reyes Católicos nos llevan al Renacimiento conquistando Granada y descubriendo América! Cómo pasa el tiempo cuando Cronos olvida los relojes ¿Qué hubiera sido si el Señor del Castillo se hubiera salido con su empeño de hacer reina a la Beltraneja? La historia no sería Historia si no hubiese sido plasmada a golpe de causalidad que no casualidad.

Cúpula
 ¡Pero embebamos mi querido compañero de este ambiente, estas salas, de sus piedras y su cal, de sus pinturas y sus bestiarios tallados en los bellos miradores, de sus maderas y sus artesonados, de sus tapices y sus telas, de sus luces y sus sombras…y hasta de sus ánimas y fantasmas! ¿No os recuerda, fiel amigo, esta estancia de antaño con sus muebles y vajillas, a una vida que no vivimos pero mil veces hemos visto plasmada en cuadros, retratos y hasta en ficciones cinematográficas? ¡No es brujería, es que las ciencias adelantan que es una barbaridad, y lo que hoy parece castigo divino o sacrilegio dela Fe, mañana será un avance que el pasado nos hará visionar! Y viendo en cada una de estas estancias la mano de  un Merlín Encantador, se juntan de nuevo tiempo y espacio y aparecen juntos pero no revueltos, el Cid Campeador y Jimena, Juanala Locay el Caballero Don Quijote ¡y hasta los Señores del Acero!.. Jesús, Jesús, visión o no, esto es más que una revelación ya parece sin razón ¡pero es tan cierto que sucedió como Toledo me apellido yo!
Siempre he tenido alma medieval y corazón guerrero, por eso me hallo como en casa en el Estrado femenino, el lugar de la mujer en el castillo ¡Me imagino sentada sobre los cómodos almohadones, o altiva en mi Jamuga, Yo, Señora del Castillo y rodeada de mis damas y doncellas! pero lejos de bordar junto al brasero u orar en mi libro de Horas, miro por la ventana y veo llegar de lejos a los armados caballeros, los escucho entonar melodías e incluso proferir blasfemias cuando arriban al castillo y descabalgan junto a la chimenea del patio de armas  ¡Lo que daría por ser la Dama de mi castillo y el Caballero en la batalla! ser hoy y contar mañana para la historia…


Detalle del artesonado en la planta baja

Y aún absorta yo en mis ensoñaciones medievales e impregnado de su espíritu mi compañero, subimos una nueva escalera y saltamos de nuevo en el tiempo, ¿no son éstas las estancias fastuosas y afrancesadas de Eugenia de Montijo? ¡Ah, la gran valedora y enamorada del castillo de Belmonte! ¿Qué hubiera sido de él sin la pasión y la emoción de tan noble emperatriz que de las ruinas los salvó y en la modernidad lo introdujo? Pocas veces he visto tan buen empaste y engranaje entre épocas y estilos, gustos y preferencias ¿alguna vez España y Francia estuvieron en tan buena concordancia? Solo algo así puede en Belmonte suceder.
Me cuesta alejarme de cada una de las salas por las que mis pies me llevan y mi curiosidad me empuja, pero hemos de continuar paseando por el Adarve, subir por los torreones hasta las almenas ¡sentirse ave sin volar siquiera! ¡Yo soy el halcón del Reino, y moro en el torreón siendo cristiano y no sarraceno, de mis ojos se prenda el pasado y se adivina el futuro! ¡Soy el ala del ayer batiente y el  pico del hoy latente!

 Dormitorio de Eugenia de Montijo

 Vamos mi compañero, acabad vuestro retrato del Castillo, salgamos de la Torre del Homenaje y bajemos de nuevo al patio de armas, necesito refrescar mi garganta y aposentar mis nalgas en la taberna del castillo ¿Tan osado sois, mi escudero, qué vais a bajar por esta estrecha escalera de caracol? Yo no soy tan atrevida, así que vuelvo sobre mis pasos y que estos pisen de nuevo la escalera de madera desgastada en un nuevo intento de dejar para la posteridad los míos en ella clavados.
Y refrescándome en la taberna, aún con los rayos de sol altos y poderosos, soy consciente por primera vez desde que divisé la muralla y las inacabadas almenas de Belmonte, de quién soy en realidad y dónde y cuándo me encuentro ¿Puede un refresco de cola ser un antídoto para el ensueño mágico? Qué lástima entonces haber bebido dos seguidas aunque fueran Zero. Ha sido bonito sentirse parte y mitad de todo esto, de haber bebido y vivido su aire y su alma, de haber retrocedido en el tiempo sin haber pasado ni un día, de haber vuelto sin haberme ido nunca, de haber venido y no querer más que regresar de nuevo.  Si, soy Quijote y Caballera, y que esta bendita locura que hoy me ha atrapado no me suelte mientras viva…o acabaré muerta.



Nos despedimos los viajeros de Castillo, moradores y ensueños, prometemos volver y deseamos dicha y felicidad, y aunque algo más cuerdos que en la mañana, marchamos enloquecidos por el encantamiento que esta gran mole de piedra ha producido en nosotros ¿no moriré un poco esta noche al no ser Dama y Caballero y un poco dragón?
Arranca el coche Santiago o me haré prisionera en una almena, que es duro a la realidad volver tras largo día de magia y hechizos, pero un momento ¿no es aquel que sube embelesado, como ausente y escribiendo con pluma en basto papel, Fray Luis de León?… ¡Llamadnos locos, sí, locos…! Loco el que…
Patio de Armas Nocturno

“Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura,
morir cuerdo y vivir loco.”






 


©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS


Fotografías: Santiago Navascués Ladrón.

Texto: Yolanda T. Villar

4 comentarios:

  1. Yolanda !!! que ilustraciones más hermosas. me ha sido todo un placer de visitar tu maravilloso blog.

    Seguiré visitandote querida hermana.

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    1. Gracias manoly, para nosotros siempre es un placer recibir a lectores y escritores tan maravillosos.

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  2. Qué pena no poderlo ver de noche y sin andamios. Volveré para poder observarlo en todo su explendor.

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    1. La verdad es que si, porque es realmente maravilloso admirarlo sin nada que le reste belleza...hazlo si puedes la próxima vez de noche, ya verás que cambio en los ladrillos rojos...parecen de rubí...preciosos.

      Un beso Conchita!! sigue tan viajera y trotera.

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